Quantcast
Channel: EL QUILMERO
Viewing all 1164 articles
Browse latest View live

OFELIA DE TEMPERLEY

$
0
0
TRECIENTOS CINCUENTA años no pasaron en vano, en tres siglos y medio. Quilmes ha atesorado un patrimonio cultural que la distingue entre las poblaciones bonaerenses. Patrimonio cultural y capital social que se han desarrollado con esplendor en todas las manifestaciones del arte como, en el caso que nos ocupa, la danza clásica. 
 Desde la última extraordinaria revelación, Nadia Muzyca, yendo hacia atrás en el tiempo, Quilmes dio notables figuras en la danza, algunas que se formaron en las escuelas de danza que tuvieron Dora Barrera Nicholson [1] en Mitre y Alsina; la de danzas folklóricas “Rinconada Pampa” de Lía Mancedo, el “Quilmes Ballet” que fundó en La Colonia José Stankaitis, desde donde saltó a los escenarios su hija Vera, quien fuera primera bailarina del teatro Colón[2]y otros bailarines que se lucieron en el “Máximo Coliseo” como Roberto Monicat. [3]
OFELIA DE TEMPERLEY
Ofelia Vidal Amat de Temperley nació el 10 de abril de 1915. Bailarina clásica de larga trayectoria docente en esa disciplina en Quilmes. Egresó del Conser­vatorio Nacional de Música y Arte Escénico con el título de profesora de danza, y po­seía también el titulo de pro­fesora de piano otorgado por el conservatorio Thibeau Piazzini. Integró el “Quilmes Ballet” que fundara José Stankaitis.
Profundamente compene­trada con su arte, fue una caracterizada profesora de danzas en la Escuela Municipal de Mú­sica y Arte Escénico de Quil­mes. Realizó amplios es­tudies de estas disciplinas, que se tradujeron en diversos trabajos. Entre otras de sus obras de, citaremos la “Historia de la dan­za” publicada en el diario "La Verdad”; “La danza y el silencio”, que salió en el dia­rio “El Sol”; “Danzas en las rutas de América”; “Pinocho en la isla Calandrajo”; tea­tro infantil “El Grillo”. Asi­mismo, ha pronunciado numerosas conferencias en di­versas localidades del país y del exterior, como en Buenos Aires (Facultad de Derecho); en Asunción del Paraguay (Escuela Municipal de Danza) Con su ballet ofreció numerosos conciertos en varias ciudades del país.
Tuvo su escuela de danza, en la calle Alvear 630, 2° piso dond en la madurez, se abocó a la academia de baile y a la formación artística.
Hoy en la calle Humberto Primo 331 se halla el Estudio Superior de Arte Coreográfico lelva el nombre de “Ofelia de Temperley”, en su honor. 
Por Chalo Agnelli/2015
FUENTE
Diario El Sol, sábado 27 de agosto de 1966
NOTAS

[1]Ver en el Blog EL QUILMERO del jueves, 4 de agosto de 2011“Historia del teatro quilmeño” – 3ª parte – “Dora Barrera Nicholson de Ricagno”.
“Migraciones” (2007) de Chalo Agnelli, Ed. Jarmat. Pág. 
[2]Agnelli, Chalo (2010) “La Colonia de Valerga – Historia social del segundo barrio de Quilmes” Ed. Tiempo Sur. Pp. 187 y 188
Ver en EL QUILMERO del jueves 26 de marzo de 2020, “Olga Vera Stankaitis, bailarina”
[3]Ver en EL QUILMERO del martes, 16 de junio de 2015- Retratos en la Ciudad – “Roberto Monicat, Bailarín clásico, Maestro de danza” - Julio 2003


HUDSON... TERRIBLE IRONÍA DE LOS RÓTULOS ARGENTINOS…

$
0
0

Por Juan Carlos Lombán / dic. 1976
Claves/ 1977[1]
Guillermo Enrique Hudson es un ilustre desconocido en esta su propia tierra. Figura en un lugar destacado en la triste y desalentadora lista de las víctimas de la incomprensión más ra­dical, originada por la consuetudinaria rotulación argentina, generalmente simplista y engaños, cuando no ma­lintencionada. Prácticamente nadie en el país ha leído más de uno o dos li­bros de los muchos que escribió, pero casi todos “saben”que fue un gran naturalista y un escritor enamorado de la flora y de la fauna, tanto como un solitario desinteresado de todo lo social y lo estrictamente humano, a lo cual prácticamente habría llegado a despreciar. Y así se lo seguirá repitien­do hasta el cansancio, sabe Dios por cuánto tiempo… ¡Pobre Hudson! O mejor dicho, ¡pobre Argentina!, con semejante actitud mental! Es la mis­ma que está en la raíz de la impoten­cia nacional, la que nos impide repen­sar permanentemente el país que he­mos heredado, la que hace que la República marche por inercia y que las doctrinas rápidamente dejen de serlo al no ser fecundadas por replan­teos originales, y se conviertan en un informe conjunto de “slogans” vacia­dos de todo contenido.
Salvo las honrosísimas excepciones de madurez equilibrada que cada vez pesan menos en la vida nacional, entre nosotros se dan los dos extremos: una ínfima minoría ilustrada dueña de la verdad que pontifica intransigente y arrogantemente, y una inmensa mayo­ría que, aunque en ocasiones rebosa de información y por ello se siente satisfecha, habla de prestado y repite maquinalmente cualquier cosa, con una gran habilidad dialéctica, justo es reconocerlo. Nuestro país ha sido has­ta ahora, un verdadero paraíso para disertantes magistrales que suminis­tran conclusiones tenidas por definiti­vas y para ensayistas deslumbrantes que a agudos aciertos parciales, los han elevados a la categoría de concep­tos axiomáticos, presentados como claves indispensables para la omnicomprensión de la realidad argentina. Así han surgido no pocas interpretaciones de innegables valores, que hubieran significado aportes constructivos para el país si un mesianismo grandilo­cuente no los hubiera malogrado, al menos del punto de vista de los inte­reses generales. Siempre hemos sospe­chado que en la vida argentina subyace una tremenda inseguridad, una im­presionante falta de convicciones verdaderas y profundas, que necesita disimularse adoptando un tono magis­tral y presuntuoso, lo que inevitable­mente conduce a la rigidez y al dog­matismo. Un gran baño de humildad es lo que entre otras cosas necesitamos todos los argentinos y en especial los intelectuales, en quienes la arrogancia y el sectarismo son mucho menos excusables. Es que evidentemente, una de las características definitorias del intelectual, es la humildad que nace de la sabiduría. Pensamos que cuando Ortega y Gasset criticaba a la “intelligentzia”y le enrostraba el estar permanentemente complicándolo todo, en verdad apuntaba sus baterías contra la inmodestia que obnubila el sentido común.

La profunda convicción de que po­cas cosas necesita tanto la vida nacional como liberarse de todo tipo de preconceptos y de presuntas verdades indiscutibles, sin excluir los más uni­versalmente aceptados, puede hacer­nos aparecer como irreverentes con personalidades de valores indudables. No necesitamos decir que lo único que nos interesa en este trabajo, es estimu­lar la reflexión personal y el análisis objetivo para contribuir a aclarar un lamentable malentendido que, como creemos poder demostrar, no solo deforma la imagen de Guillermo Enrique Hudson y su obra, sino que a nuestro juicio perjudica grandemente a la cultura nacional, lo que es mucho más grave.

Estamos persuadidos de que el caso del escritor nacido en “Los Veinticinco Ombúes” no es más que una de las tantas variantes que asume la rotulación argentina, con su terrible ironía. Es indispensable y urgente repensar todos los rótulos de la vida nacional, si de verdad queremos termi­nar con la confusión reinante y co­menzar á comprender cabalmente nuestra realidad, esto es, sus conteni­dos auténticos. Toda la vida argentina está llena de personalidades e institu­ciones de todo tipo, cuya realidad más íntima en nada coincide con la etique­ta que debería definirlos.

Volviendo a Hudson y a la imagen que deél tiene el país, nos apresuramos a reconocer que es rigurosamente cierto que toda su obra resuma un profundo amor por la naturaleza, jamás desmentido. Ello es lo que lo lleva a exaltar la vida en todas sus ma­nifestaciones, aún en las más insignifi­cantes, en las que casi nadie repara, como por ejemplo, en el insecto más pequeño. Esa identificación profunda con el mundo natural, le permitió a Hudson percibir los latidos de una vida intensa, allí donde ninguna de los otros grandes escritores nuestros vio otra cosa que un enorme vacío, en lo que en nuestra literatura se ha dado en llamar El Desierto. Y esa trascendentalización de las manifestaciones más insignificantes de la vida, es tan impac­tante en sus páginas y contrasta tanto con las tradicionales descripciones del paisaje pampeano, que tiende a ocupar el centro de la atención del lector, el que a menudo no repara que allí hay algo más, y muy importante, que es lamentable no atesorar. Desde luego que las referencias a todo lo estricta­mente humano, que son sumamente valiosas por lo frecuentes, lo profun­das y lo auténticas, nos impresionan mucho menos. A esto se suma el hecho de que los primeros análisis de las obras de Hudson se publicaron en Inglaterra por críticos de ese país. Estos quedaron asombrados no solo por la obra del escritor pampeano, sino también por su personalidad y su empecinado aislamiento, su obstinado marginamiento de toda militancia de cualquier tipo y aún de toda actividad pública, en esa sociedad victoriana ya muy industrializada.

La obra y la vida de Hudson en el centro del imperio más poderoso de fines del siglo pasado y principios del actual, se presentaban a todos como algo absolutamente insólito. En mo­mentos en que la revolución industrial había llevado a Gran Bretaña al pi­náculo de su evoluciónhistórica y a regir al mundo de entonces, se produ­cía un fragoroso choque de ideas en todos los terrenos, en el que los inte­lectuales en general y los escritores en particular, ocuparon la primera línea. Algunos para exaltar las conquistas humanas y en especial los progresos de la ciencia y de la técnica o las bonda­des del sistema económico, político y social que las hizo posible y otros, los más, para enrolarse decididamente en distintas manifestaciones del gran mo­vimiento social que pugnaba por cam­bios estructurales. Pero Hudson se mantenía increíblemente ajeno a todo eso, empecinado en no querer integrar­se a una civilización industrial que llegó a odiar, cada vez más aferrado a un pasado edénico que rescató por medio de su obra. La frustración del hombre engendró al escritor. Todo esto impresiono en grado sumo a los críticos ingleses, quienes llegaron a creer que en su obra casi no hay cabida para los problemas humanos.

Los notables hudsonianosingleses V. S. Pritchett y H. j. Massingham, fueron de los primeros en dejar escrito que Hudson jamás se interesaba tanto ante un hombre, como ante un pájarou otros seres del mundo natural. El primero, después de aludir a la pasión del escritor por los productos fantás­ticos de la naturaleza, tanto de la fau­na como de la flora, concluye: “…no temía por el hombre un interés seme­jante”. Si bien nosotros consideramos que desde hoy y aquí la conclusión es muy discutible; reconocemos que en­tonces y allá un crítico inglés no po­dría haber arribado a otra. Nos parece evidente que este caso constituye un ejemplo impecable para adherir a las consideraciones de Ortega sobre el punto de vista y a su famosa conclu­sión: “Yo soy yo y mi circunstancia”. Es que para un intelectual inmerso en la bullente vida insular de entonces, las referencias de Hudson a modestísimos usos y costumbres de la pampa remota carecían de toda significación e impor­tancia, sobre todo comparadas con sus tremendos y obstinados silencios so­bre la espectacular realidad social de la capital del mundo de entonces. Esoscríticos supieron leerlo bien a nuestro escritor y no dejaron de advertir la ver­tiente humana de su obra, como lo re­conoce el mismo Pritchett cuando escribe al respecto: “… el observador de aves y serpientes es un observador de hombres…” Pero no estaban en condiciones de valorar toda la relevan­cia de este último aspecto. Es decir, lo que para nosotros es de enorme im­portancia, porque a nuestro juicio constituye un tesoro único y casi irreemplazable para conocer y com­prender en profundidad la estructura social de la vida pampeana del siglo pasado, para ellos tema unasignificación muy distinta. Eso en cuanto al espacio, porque la cosa también varía mucho en el tiempo. Las imprecacio­nes de Hudson contra las resultantes de la industrialización, adquieren hoy una dramática dimensión insospecha­da entonces, por la actual contamina­ción ambiental y sus consecuencias.

Es rigurosamente cierto que hay en toda la obra del escritor nacido en “Los Veinticinco Ombúes”, numero­sas páginas en las que se advierte un claro desinterés y aún un tono despec­tivo con respecto a la Inglaterra indus­trializada y al hombre de las grandes ciudades, de cualquier país. Y es muy justo que ello haya ocupado la aten­ción de los críticos británicos. Asimis­mo, es perfectamente comprensible que no les hayan impresionado en la misma medida, las cálidas páginas que dedica a los rústicos pobladores de la campiña inglesa y, más aún, a los de su pampa natal. Lo que ya no se com­prende tanto es que los estudiosos nuestros hayan repetido juicios de aquellos, sin haberlos repensado cuida­dosamente desde nuestra perspectiva, hoy y aquí. Resulta inadmisible que para nosotros no tenga relevancia el cúmulo impresionante de sus observa­ciones sobre el hombre argentino.

Aquí conviene recordar que Hudson nació en plena pampa el 4 de agosto de 1841, y que en los treinta y tres años que vivió en nuestro país, jamás residió regularmente en centro urbano ni asistió a escuela alguna, ni aún de nivel elemental. Es el único gran escri­tor en el que se da esa circunstancia y, asimismo, la de que por su modes­tísima situación económica tuvo que trabajar como peón por más de quince años, durante los cuales recorrió la lla­nura bonaerense prácticamente como un gaucho más. En sus libros se en­cuentra un verdadero tesoro de rique­za inigualada para todos los que en­caren el estudio de la vida cotidiana en la pampa del siglo pasado, con una impresionante masa de experiencias personales que ningún otro escritor protagonizó como él ni podrá ya hacerlo.

No deseamos extendernos más para demostrar la falacia del rótulo que se le ha aplicado a Hudson. Creemos que lo más eficaz y lo más constructivo es remitir al lector a la obra hudsoniana.No sólo en la media docena de sus hermosos libros pampeanos, sino tam­bién en casi todos los mal llamados “ingleses”, va a encontrar que los magníficos medallones que dedica a hombres y mujeres de nuestras llanu­ras, suelen ser más breves, pero más inolvidables y más emotivos que todo lo que escribió sobre sus amados pá­jaros. Y lo que quizás sea más impor­tante, ellos se continúan con esclarecedoras y detalladas referencias sobre usos, costumbres, creencias, trabajos, diversiones, viviendas, mobiliarios, en­seres, de invalorable utilidad para in­vestigar la evolución social de nuestra pampa.

Tenemos la profunda convicción de que mucho más que la causa hudsoniana, serán la cultura argentina y aun la vida toda del país, las máximas beneficiarías de la superación de las falacias sobre Hudson y de una ade­cuada difusión de su obra. Es que nos parece evidente que ella puede con­tribuir decisivamente, acaso mejor que ninguna otra, en la impostergable ta­rea de desentrañar la estructura de la vida pampeana y su evolución en el siglo pasado y contribuir a rescatar sus mejores valores, para la gran sín­tesisargentina que aún no hemos realizado cabalmente.
Juan Carlos Lomban Quilmes, diciembre de 1976
Compilación Prof. Chalo Agnelli/2017
NOTA

[1]Claves, revista de arte y cultura” Año 1 - N° 2 enero-febrero 1977. Dirigida por Claudio L. Pérez. Integraban el Consejo de Redacción: el Prof. Aníbal Gordillo y Jorge A. Mirachi; Redacción: Silvia Armella, Ángel Liñán, Juan Carlos Lombán y otros.
Original en la Biblioteca Popular Pedro Goyena (San Luis 948 e/Larrea y Azcuénaga - 1540758187 - bibliotecapopularpedrogoyenyahoo@yahoo.com.ar)

UN MONUMENTO AL SCOUT – 8/7/1983

$
0
0


HOMENAJE

El sá­bado 2 de julio de 1983, con una significativa ceremonia, se inauguró el monumento al Scout Argentino. El acto fue organiza­do por la Comisión del Distrito 5, conjuntamente con la Comisión Provincial y de la Capi­tal Federal. El es­cenario fue la plazoleta ubicada en la Av. 12 de Octubre y la calle Húsares. A la ceremonia asistieron autoridades del Scoutismo Argentino, representantes de las entidades de bien público y de las fuerzas de seguridad. 
La fecha fue elegida, en virtud que en el mismo día se cumplía el primer ani­versario de la muerte del ex jefe Scout don Agustín D. Seijas. 
Luego de izado el pa­bellón por el Jefe Nacional Scout, don Roberto Machín, se entonó el Himno Nacional. Siguió una suelta de palomas y de inmediato la señora Adela Guerrero Moreno de Benítez, nieta del Perito Moreno, fundador del Scoutisimo Nacional Argentino y la señora Susana Dumont de Seijas, descubrieron el monumento y una placa recordatorio, obras del artista Osvaldo Magariños Oliveira. 
La seccional tercera de policía, por intermedio del oficial ayudante Israel Menegas y representantes del Distrito 5 colocaron ofrendas florales de laureles al pie del nuevo monumento. Se dirigió al público el Jefe Scout Roberto Machín y finalmente hubo un desfile del que tomaron parte efectivos de los Bomberos Voluntarios de Quilmes, Bernal y Berazategui y las distintas agrupaciones de Scout pertenecientes al Distrito 5, provincia de Buenos Aires y algunas de Capital Federal. 
De esta manera Quilmes tiene un monumento que representa a un capital social que constituye todo un símbolo de la vocación de servicio hacia la comunidad y a la Patria, El Scout Argentino. 
PÉRDIDA

Lamentablemente a pocos años del emplazamiento de este monumento, fue robado y destruido parte de su base, quedando los restos como símbolo de una época que perdió sus valores esenciales y una moral básica para la convivencia social. 
QUILMES SCOUT
Actualmente el Scoutismo está representado en Quilmes por el Grupo Scouts J P Pringles Quilmes con más de 50 años de existencia y sede en el edificio de lo que antiguamente fue la Sociedad Mutual Artesanos de la Colonia, Vicente López y Presidente J. D. Perón. 
En Av. La Plata y Laprida en la Escuela Agropecuaria se encuentra el Grupo Scout José Manuel Estrada y en Solano el Grupo Scout San Francisco Solano – Bella Vista. 
El encargado del Distrito 3 de Quilmes y Ezpeleta es el Sr. Raúl Macario.

Compilación e investigación Prof. Chalo Agnelli/2018
FUENTES
Agnelli, Ch. (2009) “Cuaderno de Identidad” Editorial Tiempo Sur. Quilmes
Periódico “El Periodista”, viernes 8 de julio de 1983
NOTA


[1]Ver en EL QUILMERO del lunes 25 de julio de 2011 “Dr. Rodolfo Alberto López – El nombre de tu calle”



EL HOMENAJE A HUDSON – EL SOL 6-8-1941

$
0
0

Con una expresión un tanto retórica, propia de la época, el periodista describe la escena que presenció junto al busto del primer escritor y naturalista quilmeño Guillermo Enrique Hudson, el miércoles 6 de agosto de 1941.
CARACTERISTICAS Y TRASCENDENCIA DE ESTE ACTO
Completamos nuestra información anterior, sobre el homenaje tributa­do a Guillermo Enrique Hudson en la plaza Falcón (actual del Bicentenario) de esta ciudad, el domingo próximo pasado, con moti­vo del centenario del nacimiento del gran escritor.
Un día lleno de sol y serenidad en el ambiente, como una bendición del cielo, fue el prólogo, al acto que subrayó una vez más las líneas tan marcadas e inconfundibles de aque­lla personalidad.
Por doquier se observó luz, flores, voces infantiles armoniosas ypoesía;y qué circunstancia tan para­dójica, ofrecía al entendimiento la fecha de nacimiento de Hudson que entraña una armonía de la Natura­leza tibia y fragante, con la de su muerteque entraña frío polar y nie­blas. El cuadro era imponente.
Sin faltar las altas representacio­nes de Gran Bretaña y Estados Unidos, y después de una canción en­tonada por los escolares, hizo uso de la palabra en nombre de la Co­misión local de homenaje, el doctor Adolfo Bazán, quien hizo el elogio de la producción mental de Hudson y ponderó la trascendencia social, moral y filosófica de esa rica sensibilidad del escritor, expresada en gi­ros literarios impecables.
Explicó, cómo un régimen didác­tico puede levantarse sobre las ideas expresadas por Hudson, que son fruto de todos los accidentes de la Naturaleza. Comparó a este escritor de la pampa, que supo penetrar en sus misterios, a aquel otro de la montaña, Joaquín V. González. En un en­lace de elevada y profunda poesía, los dos contribuyen a ennoblecer el alma humana elevándola en dignidad, tomando el arte como un medio y un recurso de intensa afecti­vidad  
A continuación el doctor F. I. Pozzo, después de leer una carta de Cunningham Graham, se refirió al trabajo que leería la señorita Zufriategui, quien lo hizo tan delicadamente, tan llena de emoción, que re­flejó “El gorrión de Londres”, todo un mundo lleno de afectividad.
La señora Delfina Molina y Vedia de Bastianini, secretaria de la Asociación Argentina de Estudios Lin­güísticos, se refirió con sencillez y elocuencia a Hudson y a este acto que sintetizaba un sincero y justo homenaje al escritor e invitaba a todos para el día miércoles, en cu­ya asociación se discutirían problemas literarios relacionados con la vida de Hudson.
Después de oírnuevas y dulces canciones escolares, todos se dirigie­ron al Golf Club de Ranelagh, don­de se sirvió un almuerzo presidido por el embajador de Gran Bretaña.

Compilación Prof. Chalo Agnelli/2016



NADA MENOS QUE UNA MAESTRA

$
0
0

Casi nonagenaria - dicho con ad­miración y respeto - Marta Cora Noziglia enfrenta su "primera vez".
Maestra egresada en 1947, de la Escuela Normal Nacional de Quilmes, esta abuela varelense, emprendedora y acti­va, disfruta de la publicación de un libro. Su primer libro. Un hijo de papel en el que recoge retazos de sus más de treinta años de trayectoria docente. 
"Historias de pupitres", tal el tí­tulo, aclara desde el comienzo que "no es un libro, sino que quien vuelve sus páginas descubre a un ser humano con sus dudas, aciertos y errores",como acla­ra un breve texto manuscrito que inserta en la primera página, texto que, además, permite admirar la caligrafía prolija y nor­malizada de las maestras de antaño.
Iniciada en la docencia hace se­tenta años en una escuela privada cerca­na al Aeropuerto Internacional de Ezeiza - que aún estaba en construcción - debu­tó al frente de un sexto grado con un "ho­rror" ortográfico. Los nervios del primer día le hicieron escribir en el pizarrón la primera consigna: tema "Los Berbos", consigna que raudamente, ante la ver­güenza del momento, transformó en propuesta educativa. Dirigiéndose a los alum­nos que le habían señalado el error les dijo que había sido intencional para veri­ficar si estaban atentos y descubrían la equivocación.
Cuenta la autora en esta primera anécdota que allí descubrió una herra­mienta útil para involucrar a los estudian­tes en el aprendizaje, incentivándolos a involucrarse en la búsqueda del conoci­miento.
“SOY NADA MÁS Y NADA MENOS QUE MAESTRA...
Página a página del breve librito, Marta va enhebrando historias... su pri­mer día como maestra, cuando al dirigirse hacia la escuela le pareció "que el sol bri­llaba más que nunca",también cuando al concluir otra jonada entendió que los términos del aprendizaje se habían inver­tido y que era ella quien había recibido enseñanza ese día, lo que la llevó a com­prender que "en toda duda siempre hay una esperanza oculta".
Jugar con las palabras... iniciar­los en la versificación... narrarles cuen­tos para ayudarlos a encontrar en ellos líneas de conducta... preservar la ino­cencia de aquellos pequeños de guarda­polvo blanco que abrevaban en sus pala­bras y en su ejemplo... Y al llegar la tarde, “la hora de. dar a los niños el último adiós” [1] (1), la despedida... Tema, esta vez, "Los Verbos". Aprender, ayer aprendie­ron, mañana otros aprenderán; amar, tan­to como aquel pequeño que un día, dis­traído, en vez de «señorita» le dijo «mami»; dar, alegría, belleza, sangre; re­cordar, hacer memoria cuando la vida los llame a pasar al frente; partir, acción difí­cil, decir adiós y triunfar, lograr lo que ambicionamos: ser felices.
Quedan en esas páginas algunos momentos de su larga vida, escritos so­bre antiguos pupitres, testigos mudos de ya envejecidos guardapolvos blancos...
Marta, feliz, triunfadora. Nada más y nada menos que una maestra.
Graciela Linari
Tomamos esta página de la revista “Palabras con historia” de Graciela Linari, de marzo de 2918
NOTA

[1]Del poema «Adiós a la maestra», de Pedro B. Palacios.

HALLAZGO Y ELOGIO DE GUILLERMO ENRIQUE HUDSON

$
0
0

SI AMÓ A LOS PÁJAROS Y A LAS PLANTAS, EL HOMBRE NO FUE AJENO A SUS PREOCUPACIONES.
Por LUIS REINAUDE [1]
SEGÚN D. Baldomero Sanín Cano, atribuirle al 4 de agosto de 1841 la gloria de haber gobernado el nacimiento de Hudson no pa­sa de ser una conjetura. Guiller­mo Enrique Hudson tuvo un pu­dor extraordinario para cuanto se relacionaba con su vida y hasta amigos suyos tan íntimos como don Roberto Cunningham Graham se quejaron alguna vez del excesivo secreto que el au­tor de “La tierra purpúrea"mantenía sobre las circunstan­cias de su existencia en el Plata.
De cualquier manera, estos de­talles no interesan sino en pequeña parte. Años más o años menos la ubicación de Hudson en las letras de América - si bien nos llegó “desde lejos y después de mucho tiempo”—no resulta difícil. Se sabe que vi­vió el tiempo de las sangrientas y románticas guerras del Uruguay; el tiempo de Rosas; el tiempo de los gauchos.
El tes­timonio que nos ha dejado es tan valioso si se lo mira desde el ángulo político como si se lo enfoca desde un mirador estético. Lo que confiere esta dimensión de eternidad a Hudson es su extraña agudeza para captar las esencias de cuanto se movía en torno suyo. Plantas, hom­bres, sucesos, pájaros se dejan aprisionar en la fina red que la observación de este gaucho na­turalista les tiende, como una perdiz se deja atrapar por el alambre. Mas la entrega de to­do cuanto rodea a Hudson es de tal calidad que no queda secre­to inédito.
Cuando el inglés apa­rente que descansaba alguna vez en la costa meridional de Inglaterra - y de esa comarca nos habla Sanín Cano - se ponía a evocar los sucesos de “allá lejos y hace mucho tiempo”, pai­saje y hombres se reintegraban a su gobierno con un ajuste per­fecto. Hudson volvía a señorear sobre ellos. Hudson volvía a do­minarlos quizá con más fuerza que antes, cuando tuteaba a los pájaros, a los hombres y a las estrellas.
DIGAMOS la verdad: hemos conocido a Hudson tarde y mal. Lo seguimos conociendo mal. Unas traducciones de in­discutible buena voluntad, pero indiscutiblemente deficientes, nos han entregado ciertas pá­ginas que, si a pesar de ellas, Hudson nos da la medida de un gran escritor, es porque real­mente laten en él las condicio­nes de un espíritu excepcional. Se habló hace tiempo de una versión de sus obras completas encargadas a un hombre de tan­ta responsabilidad como Jorge Luis Borges. Nos pareció tan acertado que dudamos de su realidad. El tiempo nos ha re­firmado en la suspicacia. Con motivo del centenario de Hud­son se habla otra vez de una edición de sus obras completas. Si no quedara en palabras, sería maravilloso.
Esperemos algo más, y es eso: que en las tareas correspondientes a esa posible edición no falte el asesoramiento de quienes están en condiciones de extraerle a Hudson, para entre­garlo a los argentinos, todo lo que de origina y de valioso en­cierra su larga, nutrida y excep­cional labor escrita.
¿CUANTOS le debemos a Enrique Espinosa el hallazgo de Hudson? Muchos más de lo que es de suponer. Como a Fer­nando Pozzo, a Espinosa se le debe en no poca medida el co­nocimiento de este valor que podemos llamar “nuestro” sin asomo de duda. Nuestro fue, por el fervor y por la gracia que el paisaje argentino derramó ante él, a tal extremo que en los días postreros no tenía otra vi­sión en el alma que las recogi­das “allá lejos y hace mucho tiempo”.
Treinta y tres años vi­vidos entre gauchos, entre pas­tos, entre árboles, cerca de los arroyos, bajo nuestras estrellas, bajo la cruz del Sur. Treinta y tres años vividos cazando imá­genes, consultando brújulas ve­getales - esa inclinación de los pastos... - entre polvaredas y lluvias, observando, observando, observando... Treinta y tres años haciéndose a la vida rioplatense con una suerte de fervor desesperado, como si estu­viera cierto que una vez lanzadas las amarras de su barco, nunca más los vientos hincharían sus velas hacia el horizonte de la partida. Así fue. Murió en 1922 “allá lejos” – esta vez para nosotros – y cuando apenas si comenzábamos a saber que aquí habíamos tenido, sin dar­le importancia, a este otro Her­nández de inmortalidad tan pa­reja como la del cantor impar.
EL OMBÚ Y EL HOMBRE
BASTARIA que Hudson hu­biera escrito “El Ombú” - el cuento, no el libro, y aún el cuento sin el “apéndice” que lo acompaña, explicación innecesaria o, en todo caso, más atenta a la prolijidad que a la necesi­dad - ; bastaría que Hudson hu­biera escrito “El Ombú” para que su popularidad tuviera una base inconmovible. No conoce­mos toda su obra, pero no se nos antoja atrevimiento excesi­vo el decir que en “El Ombú” se encuentran, con mayor o me­nor intensidad, pero presentes, las notas características de Hud­son. Se ha dicho que él atendió con más prodigalidad a la naturaleza - árboles, pájaros, plantas - que al hombre mismo. “El Ombú” se ocupa de des­mentir esa presunción. El hom­bre es la solicitud primera del Hudson de “El Ombú”. No se explica de otro modo esa ter­nura con que adhiere a tribu­laciones ajenas.
Las criaturas de ficción, cuando son apenas el vehículo para expresar ciertas preferencias sobre esto o aquello, no alcanzan nunca una jerarquía humana como la de Nicandro. ¿Quién, que fuera incapaz de allegarse al hombre, podría narrar el drama de Bruno de la Cueva?
El coronel Barboza tiene en “El Ombú” un lugar que no se conquista por simple necesidad de conferirle a la anécdota el lado malo para que el opuesto sobresalga. Está colocado allí por algo. Hudson no lo envilece con adjetivos. Lo perfila sin insultarlo. Es un tipo humano recogido de la realidad. Pero que Hudson no adhiere a su crueldad, nos parece claro. Las observaciones que hace a propósito de Rosas son de una agudeza tal que es inconcebible suponerlo hombre desapegado a lo que de humano lo rodea. El advierta que Rosas sube al poder como la expresión de paisanaje sin sentido de lo nacional, que con alguna justicia se ha opuesto siempre al gobierno, a quien identificó con el explo­tador, fuera éste o aquél el co­lor de su piel o de sus ojos. No es vano el diálogo casi amable entre Santos Ugarte y los ingleses de la invasión. Si pelearon los criollos contra los ingleses, no quiere decir que fuera por apego a los amos del día. Lo demostraron después y siempre, mientras les fue posible de­mostrarlo. Pero Rosas los traicionaba. Se sienten ellos trai­cionados por el gaucho estan­ciero y no solamente porque les prohibiera el juego de “Él Pato”...
NO esperemos hallar santos entre los hombres fuertes que viven a caballo y que son dueños de grandes estancias, dice Nicandro, como si quisiera adelantarse a toda sospecha. Y más tarde: “En la primave­ra, volvieron otra vez las golondrinas e hicieron su nido bajo el alero”. Las cosas pequeñas entroncan en su relato como in­tegrantes indispensables del to­do. Esa como alfombra verde que se va extendiendo a las puertas de “El Ombú” - cuan­do la casa ha dejado paso a la tapera - tiene una ternura que justifica la alusión de Bru­no, derribado sobre ella por la fatiga. Él recordaría hasta la muerte esos tiernos pastos, esos dulces pájaros, esos frescos om­búes, esos arroyos, esos ríos, esas pampas, ese “verde invero­símil” que es un poco América entre salvaje y edénica. Tanto que sus últimos años no han de ser entregados sino al recuerdo. La fiebre, durante una enferme­dad, le devuelve el paisaje. Y el paisaje le devuelve al hombre. La claridad de sus recuerdos, la diafanidad de su evocación no elude la melancolía: “Esta tris­teza está en nosotros mismos, en el recuerdo de otros días que nos sigue a todas partes”. Cuan­do tiene que hablar del dolor ajeno, de ese pequeño dolor personal, individual, hasta parece lamentarse de que no tenga un lugar en la conciencia del hom­bre: “¿Cuentan los libros estas cosas?” - se pregunta - , E insiste: “¿Lo sabe el mundo?”.
NO. Hudson pudo amar el pai­saje, pudo prestarle una atención particular a las plan­tas y a los árboles. Que lo hi­zo, no hay duda. Pero suponerlo alejado del hombre se nos anto­ja un exceso. El hombre - y lo dice “El Ombú” - le preocupó tanto como cualquiera de las in­quietudes que agitaron su vida. De cualquier manera podría de­cirse de él lo que Nicandro de Valerio, esto es, que también a Hudson lo visitó el ángel con tal asiduidad que una parte ponderable de su encanto se lo transmitió a perpetuidad.
Ni la muerte ha podido Hurtárnoslo. Al contrario, la muerte nos lo ha devuelto cuando ni siguiera lo sospechábamos. LUIS REINAUDE
Compilación para EL QUILMERO Ch. Agnelli
NOTA

[1] Luis Reinaudi. Abogado laboralista, periodista en el diario Córdoba, militó en el Partido Comunista; estuvo detenido durante la última dictadura cívico-eclesiástica- militar. Murió en noviembre de 2016, a los 71 años

LA PLAZA PINTO – 1941

$
0
0

La Plaza Pintos es - sí ‘ES’ porque aún es una plaza de Quilmes aunque haya sido usurpada arbitrariamente por algunas administraciones municipales con la colaboración de la mayoría de los integrantes de los Concejos Deliberante de cada una de las épocas en que se cometieron desaguisado comunitario y urbanístico contra la plaza – la que está circunscripta entre las calles Moreno, Olavarría, Lavalle y Humberto Primo.
 Ya tratamos el tema en “La plaza que siempre fue plaza - una pérdida del patrimonio”, nota que publiqué el sábado, 27 de noviembre de 2010 en este Blog.
Esta nota es del diario “El Sol” de martes 5 de abril de 1941, un número extraordinario dedicado a los 25 años en que el pueblo de Quilmes fue declarado ciudad.
En esta plaza, algunos días de la semana, hasta aproximadamente los años ’50, se instalaba al aire libro la ‘feria franca’, lo que fue justificativo para cometer el primer estropicio, construir en ella el Mercado Municipal. Si bien aún conservaba vestigios de plaza, pues el edificio estaba en el centro de la manzana rodeado de paseos y canteros con árboles y florida vegetación. En mercado propiamente dicho o la feria estaba en el centro de la construcción circundado por locales que se destinaron a oficinas municipales, entidades de bien público y usos varios. En el 69 empezó el ataque al Mercado.
 Le pensaron varios destinos: “…se haría en el subsuelo una mega playa de estacionamiento para solucionar el problema de tránsito de Quilmes. Otro argumento era que en el tercer piso iba a funcionar un importante “centro cultural municipal”. [1]Luego se difundió la noticia que se instalarían los Tribunales (hoy en la Av. Hipólito Yrigoyen) Definitivamente en 1998 las autoridades municipales cedieron la plaza a la firma UNIMARC, por 30 años y se levantó una espantosa construcción que desmerece el paisaje edilicio urbano. Faltan 8 años para que se cumplan los 30 años, veremos qué harán las autoridades municipales de ese futuro no tan lejano con nuestra PLAZA PINTO.    
Nota publicada en el diario El Sol de Quilmes el 5 de agosto de 1941. Es Pinto sin “S” final. El General Manuel Guillermo Pinto fue gobernador de la provincia cuando Quilmes se separa de Barracas al Sur en 1852.
PLAZA PINTO
 Queda una plaza en Quilmes que aun no ha merecido la atención de nuestras autoridades, es la plaza General Pinto,[2]o plaza de la feria, dicho comúnmente. La acción edilicia se está hacien­do sentir beneficiosamente en las plazas y paseos quilmeños, pero lamentablementeesa influencia no al­canza aún al lugar mencionado. La vasta zona de población que rodea a la plaza de la feria y su edificación compacta, hacen que a la misma leesté reservado un importante rol en el concierto edilicio de Quilmes, por lo que es indispensable dotarla de toda la serie de elementos propios de un paseo de esa índole. Hace ya tiempo que la plaza Pintos (sic) no cuenta con los canteros en las más elementales condiciones; des­provistos de plantas y de flores y muchas veces resistiendo el antihi­giénico estado en que la sumen las ferias que allí se realizan.
Invitamos a nuestras autoridades a que contemplen el problema que desde las presentes líneas nos permi­timos plantear y a que procuren su solución a plazo breve.
 General don Manuel Guillermo Pinto

Compilación e investigación Prof. Chalo Agnelli/2016-2020
NOTA

[1] Ver en EL QUILMERO del sábado, 27 de noviembre de 2010, “La plaza que siempre fue plaza - Una pérdida del patrimonio"

[2] Ver en EL QUILMERO del miércoles, 29 de octubre de 2014¿Quién era el Gral. Pinto, que tiene una plaza en Quilmes? 

 

GUILLERMO ENRIQUE HUDSON Y JAMES MACKENZIE DAVIDSON

$
0
0

 Continuando con la recuperación de la obra, el material bibliográfico y documental sobre Guillermo Enrique Hudson, transcribimos este artículo del diario La Nación hallado en el archivo privado del Prof. Juan Carlos Lombán. Incursionar o trastabillar en el discurso pedregoso de Mac Donagh [1] nos permite reconocer al Hudson que se vislumbró cercana su muerte (1922 – 1928) Muerte cuyo centenario se recordará dentro de dos años y ya una Comisión, coordinada por el Lic. Museólogo Aníbal Rubén Ravera director del Museo Hudson de Florencio Varela, está diagramando. Mac Donagh que se empecina en traducir “Far away and long ago” en “Muy lejos y antaño”, vincula a dos figuras arquetípicas de nuestra pampa quilmeña que, con un origen dispar, llevaron alto su nombre, en la literatura y la ciencia uno y en la ciencia del descubrimiento el otro. No fue fácil recuperar este texto ya que el original se halla bastante deteriorado, sin embargo lo reconstruimos desde los supuestos e intuiciones que genera la lectura de la obra y la vida de Hudson y de la familia Davidson en el Plata, en Quilmes, donde persisten muchas huellas de su permanencia. (Chalo Agnelli)
 
SIR JAMES MACKENZIE DAVIDSON
UN ARGENTINO DESCUBIERTO POR HUDSON
Por Emilio Mac Donagh
La Nación 23/12/1928
Diez años han pasa­do desde la apari­ción del libro que entre todos los de Hudson, no padece edad, tan claro es su presente. Si un día fue esplendoro­sa la impresión que nos dejó este libro sin par, a la zaga de los días se nos quiere ir esfumándo­se perezosamente el recuerdo. Mas lo sal­van las sensaciones diarias de la tierra nuestra, la vista de los pájaros criollos, fieles hasta en la ciudad, una palabra campera oída al acaso, una lectura. Nos estremecen como un hallazgo, pues retor­nan con las imágenes hudsonianas.
Cualquier argentino puesto a leer es­te “Far away and long ago”, del cual nada nos es extraño, salvo el título, ha­brá sufrido con la lentitud, que en el re­lato de Hudson se iban circunscribiendo, con rodeos de atrapador de perdices, los pagos cordiales. En las páginas iniciales, emprendido el relato, habla de las pam­pas sudamericanas y ya nos situamos. Pinta los ombúes y casi nos ponemos sentimentales. El ombú, aunque se haya di­cho lo mismo en unos versos que ni por viejos mejoran, el ombú es una nota de nuestro paisaje. Como la mente argenti­na, sin el sosiego de los siglos heredados, carece de la disciplina heráldica, peligra que la nota cubra el paisaje. El nuestro es el campo en esencia, un puro fondo. Los cardales y las vizcacheras solían repartirse el campo nativo hasta el hori­zonte, que era el límite del hombre y no de las plagas. Hoy no podemos verlo por las estancias. Nadie quiere vivir en el campo, nadie se va a pasear al campo, sino a la estancia.
La lectura de las muchas obras de Hudson en que trata de nuestra natura­leza, quizá dejara con un engaño: supo­ner que Hudson fuese solamente un observador, un naturalista de la naturaleza, pero que, con todo que la ama, no fuese un hombre de la tierra. Podía ser uno de esos andariegos ingleses que han pasado dichosamente por nuestras campañas, como Miers, el botánico, o como ese natura­lista Ernest William White de cuyo curioso “Cameos from the Silver Land” ha­bré de ocuparme algún día. El lector de “Muy lejos y antaño”– pues así propongo traducir “Far away and long ago” — no bien ha pasado unas páginas sabe que no es así. El asombro por ese conocimiento cabal de la vida en el campo bonaerense a mitad del siglo pasado es tal que solo preocupa ver si dice cuál fue su pago na­tivo. Parece como que nuestro sarcástico desterrado hubiese presentido al averiguador argentino: no dice nada y cuan­do le leemos de nuevo, con desconfianza paisana se nos antoja que hubiese aven­tado burlonamente los indicios. Por suerte, el libro de Morley Roberts, las corres­pondencias publicadas y algunos testimo­nios indirectos establecen que la estancia donde nació Hudson estaba en tierras de Quilmes, sobre el arroyo Conchitas.
Volvamos pues al libro. Hudson lo abre contando cómo fue durante una enfermedad que le volvió vívidamente el re­cuerdo de su vida argentina y cómo, en intervalos, quedándosele la “visión”, cuan­do tenía fuerzas suficientes, se puso a bo­rronear, un día y otro, el relato que allí nos ofrece. Para nosotros y, sobre todo, en una primera lectura, toda hecha de impresiones fulgurantes, el libro parece haber sido hecho de un tirón, pues de un tirón se lee. Examinándolo, se encuen­tran diferencias. Todo lo que es pura y simplemente relato es nuestro, nativo, si no enteramente criollo por cierta aspere­za al juzgar los personajes, por una frial­dad burlona que no es la picardía de por aquí - maestra en descubrir lo ridículo - sí enteramente argentino en ese fervor por las horas soleadas, íntimo como une pereza. Esta fidelidad para con lo genui­no se percibe aún en aquellas páginas en donde el sentimiento se exhibe taraceado por la aptitud literaria: allí donde necesitaba exponer limpiamente para un público cuya mesura aristocrática prefiere lo anguloso a lo relleno. Es en otros capítulos, bien diferentes, donde Hudson no ha podido con el genio y ha puesto en los sentimientos de un mozo con más sensaciones que exámenes, toda su filosofía de la vida, elaborada en rumias de vejez. Al lector común se le escapa, sobre todo entre nosotros que no tenemos gusto por tales disecciones. Mas quien haya seguido la literatura inglesa en los años pasados o tenga tiempo disponible para perderlo en la lectura de alguno de los filosofadores que sobreviven a sus temas la escoria. Con que Hudson hubiese dejado sin razonar sus sensaciones, su libro sería sin tacha. Es desgracia de su edad, el creador desciende a análisis de sus creaciones. Ya lo he dicho en estas páginas y me permito recordarlo: el Hudson argentino es el mejor. Por sus contaminaciones de la época victoriana inglesa se debilita y, escarbando en sus recuerdos para encontrar la consolación de Boecio, las flores de estilo que nos ofrece, huelen a velorio. El maleficio de sus lecturas es indudable. (Puede verse mi artículo en el suplemento de letras de La Nación del 15 de abril de este año)
Aparte de tal examen objetivo su correspondencia nos confirma en esta discriminación de los dos Hudson, el estanciero argentino y el ciudadano londinense. Aquí me limito a un simple esbozo pues sólo necesito mostrar cuánto trabajó Hudson en su libro y cómo las páginas que más le hicieron sufrir fueron las que dedicó a exponer su filosofía de la vida.
El lugar de su “visión” fue el Hospital de San Miguel, Hayle, Cornwall. Había ido a Lelant a fines de 1915 pensando reponer su salud como huésped de la Ranee de Sarawnk, [2] pues esta dama de la singular familia de príncipes tenía grandísima estima por su talento. Empeoró y buscó un lugar donde internarse. El mejor, o el único según él mismo co­rrige, sin corregirse, era este de San Miguel y allí se fue refunfuñando todo el tiempo, hasta después de salir, no porque lo tratasen samaritanamente, sino porque era un hospital de la parroquia católica. El médico le ordenó reposo para sosegar­le el corazón. A los diez días le anuncia Hudson a su viejo amigo Morley Roberts [3] que ya puede escribir algún trabajo en cama.  A principios de marzo de 1916 había salido. Ni a Roberts ni a Garnett parece haberles escrito una palabra sobre su “visión”.Sin embargo, puede ser que alguna carta no haya sido publicada. Algo anticipó, pues desde su nueva residencia le escribe a Roberts el 20 de marzo: “En estos días he estado en correspondencia con un nieto del tirano Rosas, quien leyó un artículo mío sobre mis re­cuerdos infantiles de Buenos Aires en ‘The English Review’ y le interesaba”. Luego le da noticias sobre Manuelita. Por fin, en una carta de febrero de 1917 le anuncia a Roberto que ha estado tratando de hacer unos pocos capítulos y terminar la historia de su niñez y ado­lescencia, yen un capítulo breve que acabo de enviar para que lo escriban a máquina, trato de la emoción animista en la primera infancia, tal como yo la experimenté y como ese es un tema que le es familiar a usted, me gustaría que le echase un vistazo y me sofrenase si digo algo equivocado”. Roberts se precipita en el tema. Existe muestra sobrada de sus predilecciones: en su libro sobre Hudson lo ha tratado una y otra vez, pero no le basta y en la edición de las cartas agrega nuevas explicaciones. Es el borbollón de un temático. Hudson contesta: cambiará esto, comprende aque­llo, recuerda esto otro. Discuten con gravedad de tratadistas. Son hipótesis y el mismísimo Hudson las toma en serio. En la carta siguiente, a propósito de otra cuestión, Hudson está nuevamente, feliz­mente, en lo justo: se burla de la serie­dad estirada de algunos hombres de ciencia. Pasa un tiempo más sin referencias a su obra y a fines de junio de 1918 una carta atestigua que está revisando las pruebas del libro.
Algo de este silencio está salvado por las cartas a Edward Garnett.[4] Roberts y Garnett son dos amigos muy diferentes. El hijo del famoso bibliotecario del Mu­seo Británico se muestra fino cono­cedor de obras de arte. A principios de diciembre de 1917, Hudson le pide “una línea”a propósito del manuscrito del li­bro. A mediados del mes, otra carta: ad­mite que los capítulos medios le intere­sarán más a Garnett en el libro. “Pero el verdadero interés del libro está en el amor hacia la naturaleza y la vida silvestre”. Su mérito no está en el retra­to humano, dice. Al terminar enero, nue­va carta: ya se barruntaba la indicación de que escribiese nuevamente el primer capítulo y quizá uno o dos más. (No es cosa de suspicacia pensar que el fino crí­tico Garnett, famoso por sus traduccio­nes y estudios de los grandes escritores rusos, haya apuntado a los capítulos cuyo misticismo caduco, al modo literario infrapagano, amenguan el libro). Hudson le confiesa que está indeciso sobre la par­te final: se ve que artista; recelaba de su corazón. La historia del viejo gaucho escéptico le tortura, pues no sabe si de­jarla o suprimirla. Al final de tantas consultas ño sabe qué hacer. "Estoy dema­siado enfermo de ese capítulo final para revisarlo de nuevo ahora".
El libro se publica en septiembre de 1918. El éxito es clamoroso. El 22 de oc­tubre Hudson le escribe a Garnett: ha revisado las veinte o treinta columnas que le ha dedicado la prensa y le disgustan, pues no encontró ni un pensamiento. Robert Cunninghame Graham le envía, una carta entusiasta de diez a doce páginas y es de imaginarse cuánto podría decirle el “singularísimo escritor inglés” a quien está dedicado, así, en castellano, “El Ombú”. Lord Grey, [5] casi ciego, se ha­cía leer en voz alta el libro de su ami­go. De Norte América le llovían cartas. Hasta de Buenos Aires recibió una “de un hombre– dice - a quien conocí cuando muchacho. Eran seis hermanos, era gente rica, y solían visitamos, tres o cuatro de ellos a la vez, y se venían a caballo des­de su casa, que quedaba a unas ocho millas de la nuestra”.
SIR JAMES MACKENZIE-DAVIDSON [6]
En la correspondencia publicada no se comenta una carta que Hudson debió recibir en esos días. Era de un hombre ilustre de Londres; un argentino nativo que había sido creado caballero por S. M. Británica. Se llamaba Sir James Mackenzie-Davidson y era el más grande radió­logo del país. Hudson lo había conocido cuando niño y su carta le reveló que este famoso hombre de ciencia era el dueño de su estancia nativa. Se cartearon pero por muy poco tiempo, pues Sir James murió el 2 de abril.
Desde Penzance, [7] el 8 de abril de 1919, Hudson le escribe a Roberts preguntándole si alguna vez encontró aeste hombre” o si sabe algo sobre él. La necrológica del “Times”– le dice – es también corta. Parecería como que le enviase unrecorte de algún diario. Le pide que sive una noticia completa sobre él en el B. M. J. (British Medical Jounal) o en cualquier otra publicación, le haga él favor de hacérsela conocer. Apenas si, al final de la carta y luego en el índice analítico del libro, aparece el nombre e Davidson. “Tengo un curioso interés en él - le escribía Hudson a su amigo - y estuve en correspondencia con él hace unas pocas semanas respecto a ‘Muy lejos y antaño’ que había estado leyendo. Le conocí cuando niño y como su familia era de ‘Filisteos’ sin adulteración e iletrados, más bien no los queríamos, aunque se estaban haciendo muy ricos y agregaban millas de tierra a su estancia,que corría lado a lado con el campo de mi padre. Por cierto que cuando nuestra familia empobreció se desparramó y yo me vine, el padre de este hombre aprovecho y la oportunidad para comprar nuestro campo y este hijo heredó la estancia íntegra cuando murió el viejo, pero aunque allá era un hombre rico, parece que hizo su vida aquí con su trabajo como médico y sus investigaciones. Me dijo, cuando me escribió la última vez, que hacía muchísimo tiempo que no visitaba su propiedad. Dicho sea de paso ‘su’ estancia, la casa en donde nació era el monasterio de Santo Domingo del que habló en ‘El Ombú’, en el que vivían los monjes que siguieron al ejército británico para recoger cobijas. Ese río era el llamado Conchitas que dividía la estancia de Davidson de la nuestra. Me disculpo por molestarle por cosas tan triviales”. Si Morley Roberts las creyó triviales y no con­testó o si se perdieron las cartas con los comentarios ulteriores o sobre cuál sea la causa del silencio, nada sabemos. La vida de Davidson no era una vida trivial. Que Roberts no anote nada, él, tan cuidadoso, es raro. Debió saber algo de nuestro hombre, puesto que ambos pulseaban en los “Archives of Radiology”. Que Hudson llamase trivialidades a esas noticias es casi una prueba de lo mucho que le afectaban: sabemos muy bien: cuán grande era su celo, en la vejez, por ocul­tar cualquier muestra de debilidad. ¿Có­mo podían ser triviales las noticias sobre ese hombre que, a la vuelta de los años, había venido a heredar la estancia que él había descripto con amor enardecido?
He buscado, como buenamente pude, al­gunas noticias sobre este nuevo gran hi­jo de Quilmes. Los datos que ofrezco han sido tomados de las siguientes revistas: “The Lancet” (abril 12, 1919); “Archi­ves of Radiology and Electrotherapy (abril, 1919); “British Medical Journal” (abril 12, 1919), y “The American Jour­nal of Roentgenology” (julio, 1919) Me disculpo desde luego porque suprimo la descripción y elogio de algunos aparatos a que hacen referencia estarían fuera de lugar aquí.
Sir James Mackenzie Davidson nació en la estancia Santo Domingo en 1856. Se educó en la Scottish School de Buenos Aires. Estudió medicina en Edinburgo, Londres y Aberdeen y se graduó en esta última Universidad en 1882, dedicándose a oculista. Obtuvo ser asistente del profesor de cirugía, Sir Alexander Ogston,con lo cual se inició su experiencia didác­tica. En 1886 es cirujano oftálmico de la Enfermería Real de Aberdeen teniendo el mismo cargo en el Hospital Real de Ni ños. Entretanto, era profesor de oftalmología en la Universidad de Aberdeen con  grande éxito, pues quienes le conocieron afirman que era una maestro nato por sus dotes de conferencista y su interés inteligente en los estudiantes; hizo muchos discípulos. Aumentó su fama el hecho de haber aplicado a su trabajo de especialis­ta los métodos de asepsia recién descu­biertos. Inclinado a los estudios de física, experimentó continuamente, sobre todo, en óptica y electricidad. Así preparado por sus estudios, al enterarse de la publica­ción del trabajo de Roentgen en 1896, adi­vinó cuánto serviría en medicina y ciru­gía, y le hizo una visita al descubridor, en Wuerzburg. En seguida se dedicó al nuevo estudio, conseguidos, tras grandes dificultades, unos pobres elementos, entre ellas dos tubos Crookes.
Fue así el primero que publicó la fotografía radiográfica de un cálculo de la ve­jiga, en 1897. Su vocación le movió a de­jar Aberdeen, ya insuficiente, por la opi­ma [8] Londres. Fue su gran acierto. Los in­ventos vinieron unos después de otros. En 1900 en la “Roentgen Society” descri­bió un nuevo interruptor rotatorio a mer­curio que llegó a un uso casi universal y es conocido por su nombre. En la misma reunión describió un nuevo aparato, un es­tereoscopio fluoroscópico y llamó la aten­ción sobre su posible empleo en los méto­dos para examen de los pacientes. Ya en febrero de 1898, en la misma sociedad, ha­bía descripto su “localizador a hilos cruza­dos”, primer instrumento que permitió la localización radioscópica de cuerpos extra­ños en el organismo. De sus investigacio­nes radiológicas la que más le interesaba era la estereoradioscopía y tan grande era su fe en sus ventajas, que casi todos los exámenes que practicaba eran realizados con placas esteroscópicas. Muy en los comienzos de sus trabajos planeó todo el conjunto de un aparato de rayos X des­tinado especialmente para la localización “a hilos” y su último invento fue un nue­vo dispositivo localizador ideado especí­ficamente para la cirugía de guerra. Fue también uno de los primeros en trabajar con radium y fue él quien señaló como algunas formas de dermitis por rayos X se mejoraban con el tratamiento por ra­dium.
En 1916, fue nombrado radiólogo consul­tor honorario, para los hospitales del distrito de Londres, y se dedicó a ellos con pasión. Era cirujano consejero para la sección de rayos X en el Real Hospital Oftalmológico de Londres y del Hospital de Charing Cross. En 1912-1913, fue pre­sidente de la Roentgen Society of London y de la sección Radiología del Congreso Internacional de Medicina de Londres. Era uno de I03 escasísimos miembros ho­norarios de la American Roentgen Ray Society. Como reconocimiento a sus gran­des méritos fue creado caballero en 1912, de ahí el título de Sir. Uno de sus sucesores en la presidencia de la Roentgen Society al ocuparse de él en una nota ne­crológica, insiste en que las características de Mackenzie-Davidson eran la agudeza de su inteligencia y la tenacidad con que experimentó e inventó hasta el último día. Las revistas que digo traen testimonios entusiastas de varios discípulos y conti­nuadores. Los rayos X le dañaron y tras de sufrir varios años una dermitis tuvo que hacerse operar repetidas veces la ma­no derecha, pero no quiso abandonar sus investigaciones. A su muerte, sus amigos resolvieron hacer un llamamiento a los profesionales y al público para la erec­ción de una cátedra que llevase su nombre. El comité incluía los nombres de persona­lidades por demás conocidas: J. J. Thomp­son, A. Bonar Law, Stanley Baldwin.
Curioso caso el de que en esos cam­pos escasamente poblados a ambas már­genes del río Conchitas, en las estancias vecinas llamadas Los 25 Ombúes y Santo Domingo, nacieran dos argentinos famo­sos, hijo el uno de norteamericanos, el otro, según creo, de escoceses. Si son exac­tas las fechas publicadas, Hudson le llevaba a Davidson quince años. Por eso di­ce que era niño cuando le conoció. De vie­jos se cartearon, pero sin llegar a tratarse. Hudson debía sentir un recelo invencible hacia “este hombre”, no solamente porque fuese un especialista científico, tipo de mentalidad que le disgustaba, sino porque provenía de una familia de “filis­teos’'. En castellano carecemos de esta ex­presión usual inglesa, y remotamente ale­mana, de filisteo. Matthew Arnold, en su ensayo sobre Heine, define al filisteo como el enemigo obtuso, fuerte, obstinado, de la gente elegida, de los hijos de la luz.
En Hudson la tal palabra no tiene esa vi­rulencia, pues, cotidiana, se atenúa con el uso. No es únicamente a los Davidson a quienes se la asesta: la carta recibida de Buenos Aires cuando publicó su libro le recuerda a esos vecinos que eran “filisteos” y no parece que se trate de los Davidson sino de otros: “Gente de recursos– dice - que no tenía interés en cosas del espíritu sino en los pesos”. Quizá Hudson concibiese que también un sabio podría ser un filisteo, no sería el menos corrosivo de sus juicios.
A la verdad, Mackenzie-Davidson era más grande hombre que rico. La herencia de veinticuatro mil libras que dejó no es tan subida para un propietario inglés.  
Compilación, tipiado y notas Prof. Chalo Agnelli/2020
FUENTE
Diario “La Nación”, del domingo 23 de diciembre de 1928
Wilkipedia
NOTAS

[1]MAC DONAGH, Emiliano J. Naturalista, n. en Exaltación de la Cruz, provincia de Bue­nos Aires, el 11 de septiembre de 1896. Se graduó en el museo de La Plata de doctor en ciencias naturales. Ha publicado numerosos trabajos de investigación, de carácter docente y de divulgación, habiendo pronunciado conferen­cias en varias tribu­nas del país. Fue especia­lista en zoología de ver­tebrados, en especial en ictiología; pero también trabajó en insectos, aves, limnología y en cuestio­nes biológicas y ecológi­cas. Fue profesor suplen­te y luego titular de zoo­logía y entomología agrí­colas en la facultad de agronomía de la  univer­sidad de La Plata (1937- 1947); director general de escuelas de la provin­cia de Buenos Aires y parasitólogo en el Institu­to bacteriológico de la dirección general de hi­giene de la misma pro­vincia; profesor y jefe de la división zoología-vertebrados en el museo de La Plata (desde 1933); presidente de la Sociedad Argentina de Ciencias Naturales, titular de la Aca­demia Nacional de Ciencias de Córdoba, director del museo de La Plata (1947) – (Gran Enciclopedia Argentina - Tomo V - M-Ñ - Ed. Soc. Anon. Editores, 1959)
[2] Margaret, Lady Brooke, Ranee de Sarawak (9 October 1849 – 1 December 1936) fue la consorte reina del segundo Rajah Blanco de Sarawak, Charles Anthony Johnson Brooke. Publicó sus memorias, Mi vida en Sarawak, en 1913.
[3] Morley Roberts (29 December 1857 – 8 June 1942) fue un novelista inglés y escritor de cuentos, mejor conocido por The Private Life of Henry Maitland.
[4] Edward Garnett (1868-1937) fue un escritor, crítico literario y editor inglés de gran importancia en su época, que contribuyó de manera fundamental, por ejemplo, a la publicación de Amantes e hijos, obra de D. H. Lawrence.
[5]Edward Grey (25 de abril de 1862 – 7 de septiembre de 1933) fue un estadista británico del partido liberal y adherente del «Nuevo Liberalismo». Sirvió como ministro de asuntos exteriores desde 1905 hasta 1916. Probablemente es más conocido por su comentario el 3 de agosto 1914 en referencia al estallido de la I Guerra Mundial que “Las lámparas se apagan por toda Europa, puede que no volvamos a verlas encendidas en nuestra vida”
[6] Más datos sobre este científico quilmeño-inglés en “Nuevo Diccionario Biográfico Argentino” de Vicente Osvaldo Cutolo Vol. IV / L-M / Pp. 331y 332 y en Emiliano J. Mac Dogout “Sir James Mackenzie Davidson. Un argentino descubierto por Hudson” en. La Plata 1960, Pp. 69-77.
[7] Penzance o Pennsans es una localidad portuaria británica localizada en la península de Cornualles
[8] Opima (Dellat.opimus, fértil.)se aplica a lo que es copioso,rico y abundante.

LA CASA DE HUDSON AYER– CLARÍN, 12/1/1959

$
0
0

Nos remitimos a una página del diario Clarín de hace 60 años, cuando Hudson estaba adquiriendo mayor relieve, si bien habían pasado 18 años de los homenajes por el centenario de su nacimiento, realizados y promovidos por el Dr. Pozzo y la Asociación Amigos de Guillermo Enrique Hudson. El tiempo todo lo deteriora, cuando la memoria se deteriora y se extravía en los vericuetos de lo cotidiano, que se impone siempre y las nuevas generaciones se pierden la oportunidad de conocer los valores sobre los que se sostiene la cultura, la tradición y el patrimonio argentinos. Hoy gracias a personalidades como Violeta Shinya, Juan Carlos Lombán, Aníbal Rubén Ravera y muchos otros miembros de la Asociación Amigos del Parque Ecológico Cultural y Museo Histórico Provincial Guillermo Enrique Hudson [1]se cumplieron los deseos del columnista Eros Nicola Siri.

Lateral del rancho en 1959, con su techumbre de alero saliente soportado por troncos de quebracho.
 
CLARÍN, LUNES 12 DE ENERO DE 1959
por Eros Nicola Siri
Guillermo Enrique Hudson sigue siendo en la literatura, no sólo argentina sino universal, uno de sus más sólidos valores. Y cosa paradojal, su obra y su personalidad se aquilatan y se conocen mejor en el extranjero que en su propia tierra. No nos llame ello la atención, es cosa común entre nos­otros, no sabemos si por idiosincrasia o por esa rara desviación, carne en los criollos, a admirar más lo foráneo que lo bueno pro­pio. Pregúntesele al lector común sobre los valores y la temática de “Allá lejos y hace tiempo” denuestro Hudson y muy pocos, poquísimos, nos darán una respuesta satisfactoria, pero hablarán con euforia del último “bestseller” de Pearl S. Buck, Mika Waltari o John Steinbeck o nos apabullarán con sus puntos de vista sobre los valores de “Doctor Jivago”, de Pasternak... Y Hudson, como su apellido, sigue siendo extranjero y desconocido para la mayoría de nuestro pueblo lector.
Y, sin embargo, Guillermo Enrique Hudson proyecta su personalidad y su obra fuera de las fronteras de su patria; y allí se le valora; allí se le ha­ce justicia y millones de amigos tienen los libros de nuestro es­critor compatriota; y notables cenáculos- intelectuales, con el nombre de; “Amigos de Hud­son”, se han formado en Ingla­terra, Japón y Estados Unidos de América; en este último país, el principal animador por el culto hudsoniano es el residen­te argentino Jorge Keen, de Hollywood, que en su mocedad conoció personalmente, ya que ambos campos, de los Keen y los .Hudson, eran colindantes.
Recientemente el embajador del Japón ante nuestro gobier­no hizo una declaración singu­lar, muy honrosa para los ami­gos de Hudson en el extranjero, pero muy deprimente para nosotros, los argentinos. El citado diplomático hablando en nombre de los amigos de Hudson de los EE.UU. y del Ja­pón, ofreció reconstruir a sus expensas la ruinosa casa de Hudson y convertirla en Museo Husoniano. La prensa recogió la información sin comenta­ríos; las autoridades, en este caso, el Gobierno de la Provin­cia de Buenos Aires de cuya Dirección Provincial de Par­ques y Turismo depende la ju­risdicción de la casa de Hud­son, no dijo una sola pa­labra, como tampoco la han di­cho hasta la fecha las institu­ciones culturales, públicas o privadas que agrupan a escri­tores e intelectuales argentinos en su seno. Y Guillermo Enri­que Hudson es uno de ellos, uno de los más brillantes y completos, el poeta que cantó con prosa inimitable a la pampa, a sus arroyos y pajo­nales, a sus ombúes y a sus pájaros. Nadie lo hizo como él.
RUINA Y DESOLACIÓN
Conocida la declaración del diplomático nipón, CLARIN visitó el histórico solar que viera nacer y crecer a Hudson y conocido en la comarca con el nombre sugestivo de “Los 25 ombúes”, que existieron en la niñez y mocedad del escritor. Hoy sólo quedan tres o cuatro; los restantes, abatidos por los huracanes de la pampa, sucum­bieron, y de su leña se alimen­taron los fogones lugareños.
Digamos que para llegar a las ruinas de la casa de Hud­son es menester disponer de un baqueano o preguntar cien veces a los distintos moradores del lugar. Pese a estar sobre el camino provincial, de tierra, por supuesto, no hay indicación alguna en kilómetros y kiló­metros de la polvorienta ruta, que indique u oriente al visitan­te hacia el destino buscado. Por fin llegamos a una zona selvá­tica y recién un monolito de piedra indica que se está en un esquinero del reducido cam­po de los Hudson. En ese mo­nolito hay varias placas recor­datorias del escritor y su pre­sencia. Se destacan las de S. A. D. E. y otras dos colocadas por japoneses. Oficial, no hay ninguna.
Quinientos metros adelante por un camino lateral, se llega a la entrada del predio dondedebiera estar la tranquera solo hay un par de tiros de alambre sujetos por dos postes; la fran­queamos y nos encontramos en plena selva virgen que nos ha­ce suponer que nos hallamos en Formosa o Chaco. Un estrecho sendero, verdadera picada en aquella maraña de árboles, lia­nas, hiedras abrazadoras, ma­torrales de paja brava y peligrosos montecillos de punzan­tes ñapinday,conduce hacia el rancho, el cual, de pronto, apa­rece en medio de un claro de esa selva en miniatura que se ha cerrado sobre la casa de Hudson. Tal vez, piadosa, la Naturaleza ha querido cubrir la vergüenza de esas rumas veneradas. Bajo uno de los om­búes supérstites, totalmente aprisionado su tronco por una hiedra monstruosa, una pie­dra sillar, semienterrada, muestra un bajo relieve y una leyenda: “El árbol y el pájaro conocieron lo mejor de tu es­píritu”.        .
El aspecto de lo que fuera la casa natal del escritor sobre­coge. Todo es ruina y desolación, incuria y abandono, el techado de totora se pudrió y algún vecino comedido lo reemplazó con chapas de zinc; las puertas y ventanas, destrui­das por la carcoma del tiempo, se van cayendo a pedazos, lo mismo que los cielo rasos de madera rústica enjalbegada que atacadas por la roya se desmenuzan en polvo impalpable. El brocal del pozo del patio de tierra se derrumbó y el pozo se tapó.
Huelga abundar en detalles descriptivos de tanta ruina que allí observamos; las fotos que ilustran esta nota son más elo­cuentes que las palabras y a su lenguaje acusador nos remitimos.
Por lo que Guillermo Enri­que Hudson significó para la patria y las letras argentinas; por la proyección que su lite­ratura alcanzó en el extranjero mejor nos hizo conocer; por lo que de vergonzante tiene pa­ra nosotros el estado de ruina de la casa natal del escritor, es menester, a la urgente bre­vedad, terminar con ese bo­chorno, que cual llaga viva nos ha hecho sentir el magnífico gesto del embajador del Japón. CLARIN exhorta a restaurar ­la casa de Hudson y convertir­la en lo que hace mucho tiempo debió ser: Museo Hudsoniano, tal cual se ha hecho con el terruño y cosas de Güiraldes en el pa­go de Areco.
Totalmente abrazado por la naturaleza, que pareciera querer protejerlo a través de la fronda de la añosa arboleda aparece el rancho de Hudson, convertido en una tapera. La acción incesane del tiempo carcomió, poco a poco, lo que fuera la casa del gran escritor y naturalista, que cantó a la pampa, su flora, sus aves.
 
Compilación, tipiado y nota Chalo Agnelli/2019
NOTA

[1]Ver en EL QUILMERO del jueves, 1 de agosto de 2013. “Asociación Amigos del Parque Ecológico Cultural  Guillermo Enrique Hudson"

JUAN JOSÉ RODRÍGUEZ, MAESTRO – UN MODELO A SEGUIR

$
0
0

Por Chalo Agnelli
Maestro desde el conocimiento y la alegría. Nadie podría duda de su auténtica vocación, salvo ciertos académicos encorsetados en sus diplomas y rimbombantes títulos acumulados desde la facilidad memorística.
Juan José Rodríguez salió de la escuela Normal de Avellaneda en 1948 e inmediatamente, con 17 años, comenzó a ejercer en una escuela salesiana de Constitución en la Capital Federal. Más tarde pasó a la Provincia para hecerse cargo de un puesto en la escuela primaria N° 31 de Dardo Rocha y Chaco, en Bernal Oeste, o barrio Los Hornos, Villa Urquizú, donde, en su mayoría, concurrían niños de la Villa Itatí: “Fui directamente a la escuela antes de pasar por mi casa porque me habían dicho en la Secretaría de Inspección, ‘el 4 de marzo preséntese en la escuela’. Llegué sin avisar con mi valija desbordada de libros, pensando que me esperaban. Me recibió una portera que parecía un personaje de Moliére, con una peluca torcida y un escobillón amenazante, miró mi maleta y no me dejó entrar. Me dijo, ‘no acá libros no se compran’. Al final después de muchas explicaciones logré persuadirla y me permitió la entrada. Fui el primero, aún no había llegado nadie. Empecé en 6° grado; eran 38 alumnos. Sobre una mesa larga, como pupitre para todos, cree el gabinete de ciencias. Los chicos se entusiasmaron y la directora y las maestras comenzaron a asomarse a mi aula para ver qué pasaba que entre mis alumnos, con fama de revoltosos, había tanta concentración. Después, todo el mundo quería saber sobre mi experiencia y sobre mi persona”. 
Juan José Rodríguez, (derecha) con el inspector Carlos Belardinelli
Así es como desde Quilmes derivó en 1975 a trabajar para la Dirección General de Escuelas de la Provincia. Se le encomendó diseñar un programa de estudios del área de Ciencias Naturales para aplicarlo desde 4° a 7° grados. Juan José no dudó e inmediatamente se puso a trabajar en el tema.
Luego la Directora de Educación Laura Castro de Amato le encargó que desarrollara un trabajo sobre aprendizaje y biología. Escribió “Técnicas de Estudio” y “Ciencias Biológicas”. Seguidamente, se lo envió a recorrer la provincia dando cursos sobre los temas que trató a inspectores, directivos, maestros y profesores: pasó por Azul, Pigüé, Tandil, Olavarría, Tranque Lauquen, etc. Recorrió casi toda la provincia e incluso tuvo que hacer viajes a Mendoza, Córdoba y Rosario. Cientos de cursos. Estuvo casi 20 años dictándolos. Sus libros fueron editados por Kapeluz; [1]tuvieron varias reediciones.
Finalizado el ciclo trashumante, por algunos problemas de salud, lo enviaron como secretario a la Jefatura de Inspección, que en esos años estaba en Avellaneda, frente a la Escuela N° 1, al lado de un bar. Posteriormente, en 1976, cuando se cerró la Jefatura, lo designaron secretario del Centro de Investigaciones Educativas de Quilmes (CIE), que funcionaba en la Escuela Primaria N° 17 (Entre Ríos y Manuel Quintana de La Colonia) donde llegó con el buen humor que lo caracterizó siempre y donde permaneció quince años.
El trabajo administrativo no era lo suyo, aunque lo hacía muy bien y cuando se sentía abrumado por el papelo, irrumpía en las aulas recitando a viva voz un poema de Lorca o de Machado o de Rafael de León. Su madre había sido“bailaora” y figuranteen el Teatro Avenida de Buenos Aires. Él asistía desde bambalinas a muchas de las representaciones, sobre todo cuando venían elencos españoles. Así se le grabaron letras de zarzuelas y poemas del repertorio español flamenco, sobre todo del cante jondo.
Ya superada su edad de retiro, a pesar que se le otorgó la jubilación de oficio pidió permanecer en la Escuela N° 31 sin grado a cargo, sólo como asesor y compañero de ruta de los maestros. Permaneció cinco años más en esa tarea ‘no tarea’. Sus compañeros de trabajo de esa escuela le hicieron una fiesta sorpresa en ocasión del día del maestro previo a su retiro definitivo cuando cumplía 50 años en su férrea vocación.
Juan José Rodríguez murió en soledad, asistido tan solo por algunas de sus compañeras más queridas. Sus trabajos siguieron resonando en las aulas, hasta que las nuevas camadas docentes los olvidaron por nuevos recursos pedagógico-didácticos.
Quien suscribe, siendo asesor del C.I.E., tuvo el honor de compartir con este fecundo Maestro algunas tardes, previa la jornada. Trabajaba en el turno tarde de la Escuela N° 16, a las 17 salía e iba directamente al C.I.E. “Ya Juan José estaba allí, me sentaba en la secretaría a tomar té y charlábamos ¡Bah!, en realidad él charlaba, contando sobre su experiencia docente, sus trabajos y cientos de anécdotas, sobre sus viajes, rememorando los tiempos en que compartía junto a su madre, en el Avenida, las noche de flamenco, algo que le apasionaba. Poco antes que terminara mi función en el C.I.E., Juan José fue desplazado a su escuela de base, la N° 31, donde terminó su carrera". Aunque se cometieron con él algunas ingratitudes, nunca manifestó quejas ni reproches.
Poco después de dejar el trabajo enfermó y murió solo, sumido en la tristeza que al final de la vida lo acometió impiadosa. Algo que nunca había experimentando antes, pues en esencia era un hombre alegre. Juan José Rodríguez fue un Maestro de maestros, un paradigma, un reflejo de muchos docentes de las escuelas públicas de nuestro país. ¡Ejemplo de vida!
 Juan José Rodríguez, el Día del Maestro en que cumplió 50 años en la docencia, durante el festejo que le hiceron sus colegas de la escuela primaria N° 31 de Quilmes.
Investigación y argumentación Prof. Chalo Agnelli
BIBLIOGRAFÍA
Periódico "Realidad" - Año IX N° 163 - Junio de 2000
NOTA

[1]Fundada en 1905 cuando Adolfo Kapelusz estableció un modesto negocio de librería en el barrio de San Telmo, pronto se transformó en editorial con el propósito de mejorar y generar innovación en los materiales didácticos de su tiempo. En noviembre de 1994 el Grupo Carvajal, de vasta experiencia en el rubro, se hizo cargo de Kapelusz, dispuesto a dar un nuevo impulso a la tradicional casa.

GUSTAVO KREBS - "EL PERIODISTA" - 8 DE JULIO DE 1977

$
0
0
QUILMES ARTE, CULTURA Y EDUCACIÓN
La siguiente en una de las primaras notas que realicé para mi página en "El Periodista". El espacio era reducido, de modo que la nota suena como forzada y un tanto retórica. Evalúo transcurridos 43 años. La técnica que desarrollaba Gustavo Krebs es la TARACEA.
La taracea es una técnica artesanal aplicada al revestimiento de pavimentos, paredes, muebles, esculturas y otros objetos artísticos. En la labor se utilizan piezas cortadas de distintos materiales (madera, corcho, nácar, marfil, metales, etc.), que se van encajando en un soporte hasta realizar el diseño decorativo. Es un trabajo de incrustación. Entre unas piezas y otras hay un efecto de contraste que depende del color y la característica del material empleado.Es una técnica y un arte absolutamente artesanal ya que cada pieza es única e irrepetible y es el resultado de muchas horas de paciente labor. (https://www.taraceaslola.es)
Con Gustavo Krebs y el artista plástico Hugo Yori (1977)
QUILMES ARTE Y CULTURA



El 28 de mayo la Dirección de Cultura de la Municipalidad de Quilmes invitó a la muestra del artista Gustavo Krebs, quien a su vez es Presidente de la Biblioteca Iberoamericana “Liberia Rovere”.
Creyendo que vería una muestra pictórica, al llegar al Museo nos encontramos con un trabajo de artesanía, de perfección y de buen gusto como no se vio desde hace unos años en Quilmes.
El señor Gustavo Krebs con un montón de maderitas de distintos colores y procedencias va cortando y dando forma a imágenes de una perfección y realismo inusitado. Hay que acercarse mucho a los trabajos para comprobar que son maderas; impecablemente engarzadas las unas en las otras como un imposible rompecabezas. Krebs es un artista, pero sobre todo, es un artesano. Debería alagar a nuestra industrializada ciudad contar, aún, con artesanos de su talla y especialmente por la tarea que él realiza.
No conozco en el país otro artista que haga este tipo de trabajo, sólo en Brasil hay una gran escuela de artesanía dedicada exclusivamente a este tipo de arte plástico en madera. Por eso el doble valor del Presidente de la Biblioteca Liberia Rovere, al ser único en su actividad en nuestro Partido y se podría decir, sin temor al equívoco, en el país.
Krebs es un creador con las manos mágicas, el corazón en paz y los sueños en acción. Le exigimos una nueva muestra muy pronto. El Museo se está luciendo este año con exposiciones como la del 28 de mayo.
                                   Chalo Agnelli/8 de julio de 1977

2020 (en cuarentena)

ÁNGEL CAMARERO, FUTBOLISTA Y BOXEADOR

$
0
0


Por Chalo Agnelli
El lunes 13 de enero de 2020, en EL QUILMERO publiqué “José Camarero y el teatro quilmeño – Entrevista transmigratoria 1939”; entrevista a una figura arquetípica de la comunidad quilmeña, quien dejó una impronta firme y señera en la cultura, la tradición y especialmente en el teatro, pues descolló en los escenarios quilmeños a partir de la segunda década del siglo pasado. Ahora estoy preparado para visitar a Ángel, uno de sus hermanos, porque el apellido Camarero también estuvo íntimamente vinculado al deporte en Quilmes. Y allá voy hacia el pasado con mi grabador, mi block de notas y mi estilográfica (porque si voy a ese pasado tengo que llevar un instrumento acorde)
Me encuentro con don Ángel en la placita de La Colonia, punto nodal del barrio. Con su conversación agradable, amena, nos transportamos a su pasado.
Ángel Camarero, "El Sol", 1979. Foto Alcibíades Rodríguez.RETROSPECTIVA A PERSONALIDADES DEL PASADO QUILMEÑO
- ABRIL DE 1979 -
EL Q.- Sabemos que el apellido Camarero estuvo íntimamente vinculado al deporte quilmeño ¿Verdad?
A.C.- Sí. Mis hermanos José [1] y Tibaldo, ya fallecidos, fueron apasionados deportistas. Se destacaron practicando varios deportes.
El Q.- ¿Y usted don Ángel?
A.C.- Me dediqué a la práctica del deporte por la influencia de José. Empecé de muy joven. Practicaba boxeo y jugaba al fútbol porque me gustaba más. Jugué para Maltería Conchitas y para el Club Atlético Ezpeleta. Era puntero derecho y en ese puesto me designaron para integrar el combinado de la Liga Quilmeña que enfrentó a la Federación Platense por el campeonato organizado por la Asociación Amateurs del Fútbol en 1929. Ganábamos 2 a 1, pero nos empataron faltando poquísimos minutos y formamos así: de La Fuente, Ruiz y Nicasio Moreyra (Cato); Dardo Godoy, Lazara y Maresca; Camarero, Farías, Emilio Draghi y Garbini. Con Maltería Conchitas nos clasificamos segundos en el campeonato de 1929 y al año siguiente jugamos para Ezpeleta; allí cesó la Liga.
Quilmeña.
EL Q.- Recuerdos inolvidables, por cierto. ¿Dónde y cuándo nació don Ángel?
A.C.- Nací, aquí, en el incomparable barrio de don Santiago Valerga,[1] La Colonia, el 23 de enero de 1910. Un año histórico, amigo.
EL Q.- ¿Conoció a don Santiago Valerga?
A.C.- Hasta los 6 ó 7 años solía concurrir con otros chicos a la casa y fonda-almacén de don Santiago en la esquina de Vicente López y 12 de Octubre. El comercio estaba atiborrado de todo tipo de productos, de los que se te pudieran ocurrir, allí había. Le llamábamos “Tata” o “Tiaguito”. Le encantaba jugar con nosotros, nos hacía chifles, pipas y carritos de madera de cajones. Don Santiago, era muy friolento y se cubría las orejas con una bufanda. Era alto, afable, movía mucho las manos al hablar. A mí me llamaban la atención sus manos grandes y sarmentosas. También conocí a doña Rosa Celasco, su mujer, a su hijo don Carlos Deogracia, nombre que no le hacía ‘gracia’, pobre don Carlos. Contaban que doña Rosa y don Santiago después de casado pasaron unos años sin tener hijos, hasta que tras muchos rezos y promesas de doña Rosa llegó el primero y varón y por eso le pusieron Deogracia. Después se destaparon y tuvieron varios hijos. A don Carlos lo traté mucho en el Boxing.
EL Q.- Don Ángel, simultáneamente ¿Usted practicaba boxeo, verdad?
A.C.- Sí, pero no me gustaba el entrenarme en el gimnasio. Sin embargo, concurría a todos los entrenamientos de Julio Mocoroa, Raúl Landini, Oreste Huber, Gogliardo Purcaro y Luis Rayo. A Oreste Huber [2]y a Humberto Bosso, yerno de Valerga, los traté mucho. Todos grandes estilistas del box. No me perdía entrenamiento; los miraba boxear, aprendía y después sobre el ring aplicaba los conocimientos. Realicé 16 peleas, gané 12 por puntos, 2 por abandono y las dos restantes las perdí por puntos. Debuté ganándole por abandono en el segundo round a Juan Sterli en el Quilmes Boxing Club y siempre bajo la dirección técnica de Raúl Carranza, me clasifiqué campeón de peso pluma del partido de Quilmes al ganarle en 1927, en la pelea final a Emilio Sandas y en 1929 cam­peón de la categoría liviano cuando derroté también por puntos a Enrique Leiva. Gustavo Lenevé, el famoso entrenador de no menos famosos pugilistas entre ellos Victorio Campolo, [3] viéndome pelear me invitó a entrenar con él. Fue un premio grande a esa edad, me ensoberbeció un poco. (risas) Pero agradecido por la oferta le dije que no me gustaba el box, Y él, con su voz rasposa me respondió sonriente “Menos mal que no te gusta el box, pibe, porque si te gustara serías un verdadero campeón, no dejarías títere con cabeza”. (risas)
EL Q.- La Sociedad Cosmopolita de Socorros Mutuos Artesanos de La Colonia, [4]el cine La Paz [5]y el Boxing Club [6]eran indivisibles en la vida de La Colonia porque durante muchos años gran parte de la actividad diaria se centraba en ellos. ¿Qué recuerda del Boxing Club?
A.C.- El Quilines Boxing Club La Colonia fue fundado el 6 de noviembre de 1924. Su primera comisión directiva estuvo constituida por Carlos Valerga presidente y alma mater de la institución; vicepresidente, Elias Scarabotti; secretario Raúl Carranza; pro secretario Juan Braceo; tesorero Máximo Hernández reemplazado más tarde por Humberto Bozzo quien se desempeñó en ese cargo durante cuarenta años; vocales, E. Mallea R. Valerga, D. Camporrotondo, J. Maiorano y F. Olivencia. Nació como consecuencia del auge que tomó el boxeo cuando Luis Ángel Firpo realizó la memora­ble campaña que le llevó a disputar el título máximo del boxeo mundial en Polo Grounds el 14 de setiembre de 1923 contra Jack Dempsey.
El Q.- ¿Quiénes fueron los boxeadores que más se destacaron en el Boxing Club?
Había muy buenos valores entre ellos Oreste Huber, Raúl Carranza, Erundino Mejidez, Carlos Barreta, Ángel Dino y Ángel Dellagiovanna, pariente de Valerga.
El Q.- ¿Cómo se desarrollaban las actividades?
A. C.- Los miércoles se disputaban hasta 15 peleas por noche por el campeonato. Intervenían las categorías novicios y veteranos. El local se llenaba hasta el tope y el entusiasmo del público desbordaba por do­quier. Las peleas eran a 4 rounds, 3 de 3 minutos de duración y el último de 4’.
EL Q.- ¿Tuvieron larga duración esas actividades?
A. C.- Con el tiempo ese entusiasmo fue decayendo, el Quilmes Boxing Club se trasladó a Vicente López y 1 de Mayo, cesó sus actividades alrededor de 1946 y hoy sólo es un recuerdo.
EL Q.- ¿Tiene algún anécdota de aquellos años?
A.C.- Sí. La histórica pelea de Salman Salek Andah y Odilón Vicentela.[7]
EL Q.- La recuerdo. Escribí algo sobre esa pelea. Cuéntela.
A.C.- El tendero Salman Salek Andah, apodado “el turco Salomón” le había vendido un blusa de trabajo a Odilón Vicentela (hasta sus nombres parecían dispuestos para la chacota), un sanjuanino que trabajaba en la Cervecería. A Odilón le pareció de mala calidad la blusa. De los incesantes reclamos para que se la cambiara, surgió el enojo que los llevó desafiarse para pelear. Los muchachos del Boxing Club aprovecharon la oportunidad y or­questaron una propaganda que trascendió los lí­mites de la ciudad.El período previo al encuentro tuvo ribetes humorísticos porque am­bos contendores, se entrenaron como auténticos boxeadores.La noche, de la pelea, que fue dirigida por Victorio Campolo, hubo un lleno extraordinario. La colectividad árabe se hizo presente encabezada por Salomón Salmún, dueño de una cadena de tiendas en la calle Lima. Por cierto que abun­daron los panzasos más que las trompadas, y en medio de la hilaridad general fue declarado vencedor Vicentela.
La crónica boxística del diario El Sol de aquella memorable pelea, dijo, “Vicentela le ganó a Salo­món por un panzaso” (risas)De lo recaudado el ganador se llevó $ 289; $ 260 el perdedor y el Boxing una suma menor que permitió luego instalar unas gradas fijas de buena madera.
EL Q.- Dígame don Ángel que es de su vida ahora.
A.V.- Soy Jubilado de Telé­fonos del Estado, desde 1950, ya tengo 69 años.  Uno de mis entretenimientos predilectos es ir a la calle Rivadavia, donde me reúno con viejos amigos y nos ponemos a recordar los tiempos de deportistas.
EL Q.- Muchas gracias don Ángel. Ya lo dejo en paz. Volveré a mi futuro con este pedazo de historia barrial que me brindó tan amablemente.
Nos despedimos con un abrazo y me quedo observándolo caminar con un paso boxístico hacia Carlos Pellegrini. Miro la plaza que tanta significación tuvo y tiene para los vecinos de La Colonia. Allí donde di mis primeros pasos, sobre el brocal de la antigua fuente que en 1947, estaba en el centro mismo de la manzana y era más alta, aún no le habían robado el pináculo. Me despido de la fuente, de la plaza y de ese barrio y de esa gente que comenzaron a eclipsarse en 1963. [8]
Compilación, investigación, notas y construcción dialogal
Prof. Chalo Agnelli/2020 - cuarentena
 FUENTE
“El Sol” martes 17 de abril de 1979
Original en la Biblioteca Popular Pedro Goyena
Ver en EL QUILMERO del sábado, 21 de julio de 2018, “La Colonia en el proto-fútbol”
NOTAS


[1]Ver en EL QUILMERO del viernes, 23 de octubre de 2009, “Don Santiago Valerga - La Colonia 2º parte” y del lunes, 24 de octubre de 2011, “Santiago Valerga - Su calle, proyecto de restitución” // 1927 - 2020
[2]Ver en EL QUILMERO del viernes, 9 de febrero de 2018, “Oreste Huber Y Humberto Bozzo, vecinos ilustres de ayer”
[3]Ver en EL QUILMERO del miércoles, 19 de junio de 2013, “Victorio M. Campolo - Un gigante olvidado”
[4]Ver en EL QUILMERO del lunes, 12 de diciembre de 2016, “Sociedad Cosmopolita de Socorros Mutuos Artesanos de La Colonia”
[5]Ver en EL QUILMERO del viernes, 28 de mayo de 2010“El cine La Paz - Del arcón de la abuela”
[6]Ver en EL QUILMERO del domingo, 4 de febrero de 2018, “El Quilmes Boxing Club”

[7] Ver en EL QUILMERO del sábado, 5 de junio de 2010, “Encuentro pugilístico barrial - Del arcón de la abuela” y en el diario El Sol”, revista del 50º aniversario 1/11/1977. Recuerdos de don José Jove.

[8]Ver en EL QUILMERO del 14 de enero de 2012, “Cuando se acabó el pueblo, miscelánea quilmeña”

CARLOS ALBERTO CORRALES

$
0
0

por Chalo Agnelli
Entre los más actuales sonidos rioplatenses, el que sale del bandoneón de Carlos Alberto Corrales se dispersa por toda La Colonia, Quilmes, el país y sale a compasar los humores del mundo. 
 Onelia Giachetta, nacida en Pehuajó, y Felipe Corrales vivían en Bernal, allí, un 19 de abril de 1941 nació Carlos Alberto. Al año siguiente Azucena Maizani grababa en el sello RCA Víctor el tangoMalena, letra de Homero Manzi y música de Lucio Demare.
A los pocos años la familia Corrales se muda a La Colonia, Corrientes y Larrea, donde ya habitaba casi toda la parentela y donde Carlos Alberto se aúna con el barrio y su gente. Desde los 9 años, inspirado por la afición que su padre tenía por el bandoneón, se fue cubriendo de pasión por la música rioplatense acompañado por el bandoneón de su tío Lorenzo “Zito” Corrales. Primero con la impaciencia propia de los niños luego con curiosidad creciente, a medida que fue conociendo la extraña caja.
Estudió con un músico de Barracas, el maestro López, pero fue en soledad que penetró en los vericuetos y escollos de ese difícil instrumento, documento de identidad del tango.
Durante más de un año, todos los días desde la mañana a la noche y a veces más allá, veranos, otoños, inviernos y primaveras, estuvo enredando sus dedos y acompasando sus rodillas para despegar sonidos impecables; pasando por todas las escuelas de la música, clásicos, románticos, ritmos populares y por supuesto el tango. Y después como todos los profesionales el aprendizaje de todos los días. Subió por primera vez a una escenario fue en el Club Unión a los 10 años. Comenzó con la orquesta quilmeña de Alberto Moreno a los 14 años. A los 19 tocó junto a Daniel Binelli, que tenía 15, en la orquesta Lorenzo Barbero. Juntos viajaron a animar carnavales en el Chaco. La primera prueba la hizo con Cacho Giambini, primer bandoneón de la orquesta de Miguel Caló.
En los años 60 un boommusical foráneo y los aportes insustanciales promovidos por programas de televisión como el Club del Clan arrumbaron al tango hasta casi, hacerlos desaparecer de los programas de radio y de las pistas de baile. A Corrales lo tomó en plena adolescencia y sintió decepción y desánimo, no por mucho tiempo; otros grandes músicos no salieron indemnes de la coyuntura, sintieron que les cortaban las manos, como: Armando Pontier, José Franchini, Héctor Varela, José Basso.
En 1969 comienza con Osvaldo Piro llenándose de su caudal interpretativo. Siguió una constante y prolífica carrera que no abandonó nunca.
 ORQUESTA NACIONAL DE MÚSICA ARGENTINA
Desde 1984 fue solista de la Orquesta Nacional de Música Argentina, durante veinticuatro años, dirigida por Osvaldo Requena, José Luís Castiñeira de Dios, Atilio Stamponi, Néstor Marconi, Horacio Salgán, con la que se presentó en el Teatro Nacional Cervantes, en el Colón, y recorrió Chile, Paraguay, Brasil, Suecia, Francia y Japón donde volvió en seis oportunidades con orquestas distintas. Y la totalidad del país de norte a sur.
Su trayectoria estuvo fervorosamente consustanciada por la arenosa vos de Roberto Goyeneche, las dramáticas interpretaciones de Susana Rinaldi y relevantes figuras como Hugo del Carril, Libertad Lamarque, Eladia Blázquez, Amelita Baltar, Floreal Ruiz, Guillermo Fernández y Julio Iglesias en el disco “Tango” que realizó en EEUU, y los giros de bailarines como Julio Boca y Eleonora Casano.
 A Goyeneche lo acompañó en “Michelangelo”, la “catedral del tango” y a la Rinaldi en “La Bola Loca” y “Magoya” de Mar del Plata; en “Caño 14 a José Basso; en “El Viejo Almacén” y el “Café de los Angelitos” secundó a Nelly Vázquez.
Paralelamente a su tarea en la Orquesta Nacional realizó otros trabajos: con la orquesta de Osvaldo Requena visitó Venezuela, con Jorge Dragone, Colombia, Ecuador y Perú. Hizo grabaciones para televisión en Alemania, Finlandia y varias en Japón. Durante la temporada teatral del General San Martín fue solista en la obra “El patio de la moracha”. Realizó el CD “Tributo a Gardel” con Alberto Cortés, Armando Manzanero, Valeria Lynch, Patricia Sosa, Alejandro Lerner y otros. 
En la presentación del libro "La Colonia de Valerga" en el Club Alsina (2010, circa)
 ORQUESTA DE TANGO DE LA MUNICIPALIDAD DE QUILMES
En el 2002 por iniciativa y el espíritu entusiasta de Gustavo Castignola, director propietario de Casa de Arte Doña Rosa se formó una orquesta de tango. Advertido Castignola que no podía ser que Berazategui tuviera su orquesta y Quilmes la hubiera perdido, ya que años atrás había existido un sexteto dirigido por Arturo José Penón que fue disuelto por la escasa visión de algunas administraciones de la Dirección de Cultura.Comenzaron a tocar en Casa de Arte Doña Rosa con notable aceptación de un público ávido de este tipo de expresión musical en el espacio quilmeño.
El 2005 el intendente Villordo incorporó esta orquesta al municipio y Corrales, después de arduas preparaciones, pero con decidido entusiasmo, formó la Orquesta de Tango de la Municipalidad de Quilmes compuesta por dos bandoneones, dos violines (primero y segundo), viola, chelo, piano, contrabajo, guitarra eléctrica y la vos de Emiliano Castignola. Interpretan tango tradicional y el contemporáneo. Crear esta orquesta fue uno de los logros más satisfactorios de su vida. Muchas son las presentaciones que viene realizando este grupo instrumental. Otra de sus grandes satisfacciones es realizar bailables para los centros de jubilados. 
Con el interprete Emiliano Castignola
Sus viajes no le quitaron el barniz popular de su barrio La Colonia, donde quiere terminar sus días, dando clases, enseñando a los jóvenes para que desde su experiencia puedan forjar la propia.
En 2009, la Subsecretaría de Cultura le realizó en el ámbito de la Casa de la Cultura un reconocimiento a su trayectoria.
Corrales es un maestro de la identidad a través del bandoneón, ese sonido rioplatense que acompaña la cultura nacional. Corrió todos los riesgos por la música, por el tango, por el bandoneón; contingencias propias de la vida del artista, pero triunfó más allá de sus objetivos. Siente que hizo con el bandoneón una familia, sus dos hijos, frutos de su matrimonio con Rosa López, son músicos. Laura lo acompaña con su chelo en la Orquesta Municipal y Carlos Alberto también es un eximio bandoneonista; nacido el 17 de febrero de 1972, comenzó su aprendizaje a los 7 años y a los 9 ya había ingresado al Conjunto Juvenil de Tango. A los 14 integraba la orquesta de José Basso. Recibió el premio “Kilme de Honor” como artista quilmeño destacado en el mundo y el premio al mejor intérprete de tango “a menor de 25 años“auspiciado por el Banco Provincia de Buenos Aires. Y ya despunta visos de músico la cuarta generación de Corrales, en su nieto Mariano, hijo de su hijo.
El tango, el bandoneón tuvo en Quilmes un sonido relevante marcó huella en muchos jóvenes de varias generaciones. Por la cantidad de músicos, de orquestas, interpretes, compositores, Quilmes es una ciudad de tango. Algunos de ellos adquirieron figuración nacional e internacional y pareciera que no fueron o son de Quilmes, pero este pueblo, esta ciudad, esta localidad del "gransurbonaerense" se hace nudo, se hace carne en cada uno que aquí nació, quienes aquí vivieron y viven, quienes por aquí pasaron... 
Prof. Chalo Agnelli
FUENTE
Agenelli, Ch. (2010) "La Colonia de Valerga - Historial social del segundo barrio de Quilmes". Ed. Tiempo Sur. 

CASA DE ARTE DOÑA ROSA PARA LA CULTURA QUILMEÑA – 1999/2019

$
0
0

Por Chalo Agnelli/2019
El 2 de noviembre de 2019, la Casa de Arte Doña Rosa, una de las instituciones culturales más emblemáticas de Quilmes, celebró su 20º Aniversario junto a los vecinos y a la comunidad artística.
“Cuando el siglo 20 se iba apagando, dejando atrás tantas cosas trascendentales para nuestro país y el mundo, en Nuestra Ciudad se encendía una pequeña luz de esperanza, un refugio donde hacer cultura desde abajo… desde el barrio y con los vecinos”, expresó Gustavo Castignola, sinónimo de Casa de Arte Doña Rosa y auténtico mesenas.
 Efectivamente, entre tallarines y ravioles, Gustavo Castignola fue elucubrando un sueño, amasado año a año hasta que la masa estuvo a punto y nació de sus manos Casa de Arte Dona Rosa, un espacio cultural sin fines de lucro. Fue en 1999. Gustavo y su esposa Lilián Luciano y sus hijos, Paula y Emiliano, enrolados también en los entreveros de la cultura y el arte, dos de los valores que despegaron desde esta emblemática Casa; dos voces que realzan la historia de la interpretación musical de Quilmes.
 Paula y Luciano Castignola, dos voces de Doña Rosa para Quilmes
Esta antigua casa de finales del siglo XIX comenzó como un ám­bito dedicado a las artes plásticas (salones de pintura, fotografía, escultura, gráfica, etc.), más adelante, en el año 2001, se levantó una sala de teatro que en poco tiempo cobijó a todo el espectro teatral y musical de la zona.
Teatro independiente por antonomasia y lugar abierto para ar­tistas de variada trayectoria local y nacional.
En el 2002, por iniciativa y el espíritu entusiasta de Castignola, se formó una orquesta de tango. Advertido Castignola que no podía ser que Berazategui tuviera su orquesta y Quilmes la hubiera perdido, ya que años atrás había existido un sexteto dirigido por Arturo José Penón que fue disuelto por la escasa visión de algunas administraciones de la Dirección de Cultura. Comenzaron a tocar en Casa de Arte Doña Rosa con notable aceptación de un público ávido de este tipo de expresión musical en el espacio quilmeño. Inquietud surgida de la mano del maestro bandoneonista Carlos Corrales, forma la Orquesta Típica Ciudad de Quilmes, hecho cultural que trasciende este espacio y fue declarada Orquesta Municipal a partir del 2003.
Carlos Corrales en Doña Rosa. Abajo con Emiliano Castignola. Derecha: presentación del libro de Chalo Agnelli "La Colonia de Valerga, historia social del segundo barrio de Quilmes" (2010) Presentó Crisitna Oller y Gustavo Castignola recita su milonga "De la Colonia" (2003) que acompaña el libro.
 En ese mismo año se construye en elevación un espacio especí­fico para ei Taller de Mosaico Artístico Azzurro dirigido por la profesora Lilian L. Luciano. Desde allí surgieron obras como los mosaicos del Mausoleo de Gral. Juan Domingo Perón en San Vicente, Don Bosco en Bernal, Monseñor Novak en el Parque de la Ciudad, Quilmes, las tres en donación costeadas íntegramente por Gustavo Castignola, y muchos más. Los más íntimos son testigos que la obra para el Mausoleo de San Vicente fue armada previamente en la casa de la familia Castignola-Luciano, algo que  da testimonio de la pasión que eleva a estos militantes de la cultura.
 Chalo Agnelli, Gustavo Castignola y su esposa Lilián Luciano
Entre los años 2008 y 2009 se vuelve a edificar en elevación para dar lugar a la Sala N° 2, bautizada “Leopoldo Russo”, en homenaje a ese gran actor y director de teatro que tuvo en este “gransurbonaerense” una trayectoria incomparable, gran parte de ella en Doña Rosa. Además, entre esos años se creó un nuevo espacio para el taller de mosaico en evolución permanente.
Director, actor y dramaturgo Leopoldo Russo
A partir de su inauguración esta Casa compartió de forma desin­teresada sus espacios con la Secretaría de Cultura de la Munici­palidad de Quilmes, donde por muchos años, hasta la actuali­dad, los artistas quilmeños dispusieron de un lugar alternativo para desarrollar múltiples actividades. En reconocimiento a este permanente aporte y a raíz de las dificultades de acceso para al­gunas personas a los planos superiores de la casa, la Subsecreta­ría de Cultura instala un elevador que posibilita un adecuado desplazamiento para personas mayores o con dificultades mo­trices, gesto que agradecemos eternamente.
 Desde sus comienzos la programación ha contado con artistas de trayectoria nacional e internacional como Atilio Stampone, Ricar­do Soulé, Rubén Juárez, Tito Reyes, Omar Cerasuolo, Horacio Ferrer, Gogó Andreu, Guido Gorgatti, Ricardo Passano, Nelly Paniza, Raúl Garello, Lucía Ceresani, Julio Lacarra, Chany Suárez, Gui­llermo Fernández, Rafael Amor, María Graña, Rafael Cini, Carlos Corrales (padre e hijo), formaciones míticas como el Sexteto Ma­yor y el Quinteto Real lucieron su prestigio en inolvidables vela­das tangueras.
Emblemas del teatro como Alejandra Boero, China Zorrilla y Julie­ta Díaz dejaron su recuerdo en la casa. A través de los años se pueden enumerar ciclos como Teatro por la Identidad, Torneos Bonaerenses, teatro infantil, musicales, tributo a las culturas italia­na, española y judía, noches de danza contemporánea y ballet, noches de folclore, conciertos de música clásica, el festival anual de tango, veladas líricas, encuentros corales, festivales teatrales, en­cuentros literarios, presentaciones de libros y jornadas profesionales dedicadas a la salud.
Fue excelente la labor de los artistas quilmeños, que por allí pasaron, como así también el trabajo de los profesores de los diversos ta­lleres de la casa, verdaderos formadores de artistas.
Dos figuras señeras del teatro quilmeño quienes transcurrieron sus años postreros en las tablas de Doña Rosa: Antonio Di Noto y Baby Tagnochetti, quien recintemente partió a otros escenarios.
Actrices y actores del elenco "Luz y Sombra" en "Doña Rosa". (De Izq. a Der.) Baby Tagnochetti, Elsa Juarez, Alejandro y Norberto Martín y Elvira Lamanna.
 Fueron férreos sostenes y esmerados continua­dores del espíritu inicial de este templo del arte y la cultura: Emanuel Mari, Marcelo Marcolín, Néstor Arias, Nelita Moodie, Rosa Garro, Héctor Almestro (Keko), Miguel Echegaray, Juan Gasparini, Hernán López, Picu, Lucio Pando, Ignacio Caraozo, Elido Scian, Carlos Figueredo, Mónica Cejas, Roberto Del Prado, Francisco Garro (Kiko), Oscar Miño, Juan Sánchez, Emiliano, Paula y Carlos Castignola, Pedro Pauni, Albina Galli (Negrita), Cesar Longueira, Julio Vita, Julio y Carlos Bravo, Eleonora Russo, Esther Ferrando, Vicente Murabito, Jorge Lan, Oscar Mono López, Augusto lacono, Mimmo Molluso e ‘I Nostri’, Baby Tagnochetti, Elsa Juárez, Alfredo Canesa, M C Finoli, Idelcio Ipólito, Felipe de Alba, Hugo Patitucci, Carlos Patiño, Chalo Agnelli, Yair Hilal, Alejandro Alí, Caito Withe, Daniel Sosa, Daniela Fernández López, Eduardo Ojeda, José Oreguy, Carlos Bataglia, Cecilia, Mariana, Hilda, Carlos Romero, Miguel Montalto, Adrián Mulet, Facundo Pilatti y elenco Trajearte, Lucia Ceresani, Leopoldo Russo, Patricia Santi y Grupo Babel, Raúl Luzzi, Oscar Pometti, Hernán Lucero, Pablo Fraguela, Alejandro Casagrande, Di Noto, Norberto y Alejandro Martín y varios otros actores surgidos del elenco Luz y Sombra. Son de destacar los artistas plásticos y expositores varios como Ludovico Pérez, Norma Cistaro, Ítalo Nonna, Carlos Scott, Mirta Islaz, Carlos Benavides, quienes tuvieron en cuenta esas salas para sus muestras a lo largo de los últimos 20 años. 
 Muestra "Frentes inolvidables" de Ítalo Nonna en la foto junto a Chalo Agnelli, Gustavo Castignola y a su izquierda Norberto Giallombardo
Es digno de mencionar a uno de sus grandes éxitos, que fue la obra “Picnic, un río con historia”, con libreto de Gustavo Castignola, que se representó en varias temporadas con gran éxito de público.
Sin enrolarse en el color de ningún partido político, la familia Castignola-Luciano apoyó generosamente a todas las administraciones municipales y nunca contó con ningún tipo de aporte privado ni estatal, por el contrario, muchas veces, este espacio sustituyó las carencias oficiales de un ámbito para desarrollar actividades culturales.
Compilación e investigación Prof. Chalo Agnelli/2019 
CASA DE ARTE DOÑA ROSA Colón 279, Quilmes 
casadeartedrosa@gmail.com


"EL SALADERO DE NELSON” y “EL MATADERO LA PAZ” CRÓNICAS DE CORRUPCIÓN

$
0
0

HIGHLAND SCOTT CANNING COMPANY
El liberalismoes un sistema filosófico, económico y político cuyos postulados se basan en las libertades civiles y se opone a cualquier forma despotismo, apelando a los principios republicanos. Es una corriente fundamentada: por Estado de derecho, la democracia representativa y la división de poderes. [[1]] Los Padres de la Patria que lideraron el movimiento de Mayo de 1810 y la revolución independentista de 1916, estaban embebidos en esas ideas. San Martín, Belgrano, Castelli, Paso, Larrea, Azcuénaga, etc., fueron liberales netos, quienes en el momento histórico que les tocó vivir, eran la extrema izquierda opuesta a la derecha del absolutismo monárquico y el clericalismo católico ultramontano.
El liberalismo económico (siglo XVII) es la doctrina que se desarrolló durante la Ilustración, desde fines del siglo XVII hasta la Revolución Francesa, formulada en primer lugar por Adam Smith y David Ricardo que pretendían la mínima interferencia del Estado en las relaciones mercantiles, impulsando la reducción de impuestos a su mínima expresión y la ausencia de regulación sobre comercio, producción, etc.; asegurando la igualdad de condiciones de todos los individuos y permitiendo que se establezca un parámetro de competencia justa, sin restricciones ni manipulaciones de cualquier tipo.
Concretamente en el período que nuestro país surgía como Nación, el pensamiento liberal jugó un papel positivo, pero luego a fines del siglo XIX se producen transformaciones en los procesos económicos donde, en lugar de disminuir las desigualdades, crecían año a año. La respuesta fue la oposición manifiesta del proletariado contra quienes detentaban el poder de los capitales sin equidad ni justicia social. El liberalismo económico estimuló conductas perversas en algunos capitalistas inescrupulosos que tan solo venían a este suelo a arrancarle la riqueza e irse. Nada que se parezca al entusiasmo de afincamiento y gregario de la inmigración. 
CORRUPCIÓN DE VIEJA DATA 
En Quilmes, también hubo industrias que pretendieron enriquecerse rápidamente en desmedro de la dignidad del trabajador, de su desarrollo socio-cultural y de la ecología. Dos de esas empresas fueron la  Highland Scott Canning Company” y el “Frigorífico La Paz”. 
Sobre la primera sugerimos el libro del investigador Carlos Schbib “Ezpeleta, aportes para su historia”[2]o ver en el blog EL QUILMERO del lunes, 14 de abril de 2014, “El saladero de Nelson en Ezpeleta” 
“EL MATADERO LA PAZ”
Dice el periódico El Plata del 1 de agosto de 1926.: “Con una, espléndida fiesta criolla  inauguraron los Sres. Baldassa­rre Torres, las nuevas amplia­ciones del matadero La Paz. Si el tiempo no fue propicio parareunirse al aire libre – el domingo último – sus inclemencias no fueron suficientes para impedir el des­arrollo de la espléndida fiesta crio­lla que dejaba inauguradas las mo­dernas ampliaciones con el los  se­ñores Baldassarre Torre, han colo­cado el matadero La Paz, entre los más importante del país. Más de 400 personas participa­ron del excelente programa preparado […]  Entre los numerosos  asistentes, recordamos a los señor: Dr. José O. Cases, Juan de la Cruz Correa, Ricardo Argerich, Urbano, Rafael, Héctor, Néstor y Marcos Fernández, el diputadoDr. Speroni. Manuel Martínez, Guillermo Sullivan, Francisco Armesto, el Dr. Badia, Jor­ge Jordán, subsecretario del Banco de la Nación, el Dr. Emilio Torre, Juan Badaracco. Pedro Alegre, Agustín L. Rocca, los señores Tezanos Pinto, Petit. Magariños, Carlos Bucholz, Mórtola. Astudillo, el Ing. Manuel Pereyra, Ramón Cortés, Enrique y Ricardo Silvetti. Manuel y I.eopoldo Sánchez Caba­llero, José Vitón, Pedro Legres, P. M. Paer. A. E. Páez y empleados del Ban­co Provincia, del Banco Po­inves y del Banco de Galicia, etc.
Periódico "El Plata", 1 de agost ode 1926
Los Baldassarre Torre eran italianos del pueblo de Foggia en la región de Apulia. El frigorífico estaba a orillas del arroyo de Conchitas casi en el límite con Florencio Varela. Se había instalado allí en 1924, pero nunca desarrollaron una producción importante. Para realizar “las mejoras” se habían pedido préstamos al Estado y se vendieron acciones a particulares que según sus proyectos pintaban florecientes. Pero poco duró la fiesta y el entusiasmo local.
El Plata del 10 de octubre de 1926 vuelve a ocuparse de esta industria.
“A $ 950.000 asciende el pasivo de la quiebra. El 13 de Octubre se verificara la Junta de acreedores de los mataderos Baldasarre Torre. No hace aun dos meses los dia­rios de la Capital y colegas locales, inclusive EL PLATA, señaló  de acontecimiento la inauguración de los nuevos mataderos La Paz, que los señores Baldasarre, Torre Hnos., poseen en el Cuartel V°[3] del partido. Ministros, legisladores, banquero, periodistas y todos los que quisie­ron se congregaron en una esplén­dida fiesta criolla que obligó a di­tirambos elogiosos, entusiastas y leales.
Bueno. Con nuestra buena fe y la de quienes deseaban buena suerte a los felices dueños de casa, se produjo un serio traspiés días des­pués, del que podrán sorprenderse ingratamente los que batimos pal­mas, excepto, se entiende, los que prepararon la comedia…
Se presentó en quiebra el men­cionado establecimiento “modelo” arrojando un pasivo de 950.000 pe­sos, contra un activo que deberá verificarse de 430.000 pesos, acti­vo que incluye un campo de 15.000 hectáreas, tasado como si estuviese ubicado en la calle Rivadavia… La junta de acreedores se verificará el 13 del corriente.”
Todo era una cáscara hueca concretada con la complicidad de funcionarios públicos que sobrevaluaron acciones y propiedades.
Los hermanos Baldassarre Torre, desaparecieron allende los mares y los acreedores apenas pudieron recuperar sus participaciones. Entre estos estaba el Ban­co de la Provincia de Buenos Aires, el Banco Po­pular de Quilmes y el Galicia fundado el 6 de noviembre de 1905 por las familias Escasany, Braun Menéndez y Ayerza. Incluso los numerosos proveedores, quilmeños, que aportaron las viandas y el aparato de la fiesta inaugural de fines de julio fueron burlados.
IMPUNIDAD
Sin embargo, impunes y muy vinculados con la política conservadora de la época, Jacinto Baldaserre Torre  no se conformó con perpetrar esa engañifa y en 1937 estuvo involucrado, como testaferro de Néstor Casás,  en el escándalo de la venta de las tierras de El Palomar, propiedad de las hermanas María Antonia y María Luisa Pereyra Iraola de Herreras Vegas (dos hermanas con dos hermanos), corrupetela en la que se vieron atrapados el ex presidente Justo, el presidente Ortiz, el general Carlos D. Márquez, ministro de guerra (el ingenio popular lo había bautizado como "palomarquez"), y al titular de la Contaduría General de la Nación Mario A. de Tezanos Pinto, quienes habían facilitado el negocio por negligencia o tolerancia.[4] Esta vez Baldassarre Torres y su socio Casás terminaron presos, pero todos los demás quedaron impunes, salvo los funcionarios que sacaron tajada de El Palomar. [5]

El Palomar 

Investigación, compilación y notas Chalo Agnelli
FUENTE
Periódico “El Plata” de julio/agosto 1926
Abós, Alvaro. "Delitos ejemplares" 
NOTAS

[1]http://es.wikipedia.org/wiki/Liberalismo
[2]Schbib, Claudio. (2011) “Ezpeleta, Aportes para su historia”. Cap. 3 - Pp. 37 y 38. Ed. Tiempo Sur - Quilmes
[3] Ezpeleta
[4] Rosa, José M.: "Historia Argentina", Vol. XII, Buenos Aires, Oriente, 1974.
[5]InfoBae “El escándalo de la venta de tierras de El Palomar” por Adrián Pignatellihttps://www.infobae.com



JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ ENTREVISTA TRANSMIGRATORIA - 1991

$
0
0

“Todos los seres humanos han dejando su impronta en su tránsito por la vida, nadie ha sido indiferente a la creatividad, al trabajo fecundo, a las obras de bien; muy pocos a la destrucción; con obras grandiosas o pequeñísimas ha quedado marcado el derrotero del hombre en su tránsito por el mundo. No de todos se saben sus nombres. El anonimato cubre obras que desafían los  siglo.” Prof. Palmira S. Bollo Cabrios

Caminando por la avenida San Martín en Bernal, vereda este, junto a las vías del ferrocarril, llegando al cruce de Zapiola, pasando el monumento al Gaucho Argentino y el Monumento a los Mártires de Malvinas (tan vandalisados siempre), la entrada y cruce vial peatonal “entrada a la quinta El Tala”, hay un bajo monolito de mármol colocado allí por el Rotary Club de Bernal en homenaje a don José Luis Rodríguez, un ejemplo del Capital Social que tuvo Quilmes. Muchos que pasan por allí y leen ese nombre, seguramente deben ignorar quién fue ese hombre.
Conocí a este señero quilmeño yendo con mi madre a comprar a la tienda “Luis y José” de la calle Rivadavia y luego en el club Quilmes Oeste cuando estaba en la calle Aristóbulo del Valle al 200 entre La Rioja y Catamarca, donde iba a jugar al baloncesto con otros chicos del barrio.
Fue ese pequeño monolito el que me inspiró a hacer a don José Luis Rodríguez una entrevista retrospectiva o analepsis o flashback… y allá voy.[1]
EL PAÍS - LA ÉPOCA
Es septiembre de 1992, año bisiesto. A partir del 1 de enero reemplazan el austral con una nueva moneda que se cotiza igual que el dólar. El gobierno interviene la provincia de Corrientes. El 17 de marzo una tremenda explosión destruye la Embajada de Israel, provoca 30 muertes. En Córdoba por presiones de Estados Unidos, se desmontan las instalaciones para construir el misil Cóndor.Un libro causa conmoción es Robopara la corona, de Horacio Verbitsky. Se inaugura el edificio de la Biblioteca Nacional. [2]
Dejo la contextualización, llego al Club Quilmes Oeste y en la secretaría me encuentro con don José Luis, lo pongo al tanto de mi propósito al que se presta gentil.
ENCUENTRO EN EL TIEMPO
EL QUILMERO – Buenas tardes don José. Lo encuentro en esta casa, que es su casa ¿Verdad?
JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ - Efectivamente, mi casa. El club Quilmes Oeste, que un grupo de amigos de La Colonia fundamos en 1937. Entre 1930 y 1945 este barrio vivió la apari­ción de una gran cantidad de clubes. Cada dos o tres cuadras había uno. Después del Alsina el más veterano, fundado en 1927, siguieron: “Amor y Lucha”, “Santa Fe”, en la calle homónima que hoy es Rodolfo López, el “Nuevos Horizontes”, “Velox Club”, el “Saavedra”, el “Once Dia­blos”, algunos de estos ya no están pero sí el “Alberdi”, que cobija a la Biblioteca Popular Pedro Goyena, el “21 de Julio”, el “Tucumán”, estos dos sobre la Av. Andrés Baranda. Estos solo en La Colonia. En otros barrios de Quilmes hubo la misma explosión.
EL. Q. - ¿Qué produjo esa explosión comunitaria de crear clubes?
J. L. R. - El fútbol, principalmente. Había muchas canchas de fút­bol. Era un deporte atra­pante. Todos los fines de se­mana se armaban grandes partidos. Algunos en la placita Aristóbulo del Valle. El fútbol o algún otro deporte llevaba a los jóvenes a producir estos hechos en bien de la comunidad.
EL. Q. - ¿Jugó al fútbol, don José?
J. L. R. - Siempre me apasionó el fútbol, jugué en las inferio­res de Quilmes y luego en River Plate.
EL. Q. - ¿Recuerda cómo era La Colonia en aquel entonces?
J. L. R. - Era una época en que la Colonia tenía calles de tierra y muchos baldíos. El tranvía que pasaba por Vicente López y por Andrés Baranda le había dado gran envergadura al barrio… El tranvía y la inmigración. Mis padres eran españoles de Perdigón, un pueblito de unos mil habitantes, a 30 kilómetros de Salamanca y 40 de Zamora. Eran muy jóvenes cuando vinieron a la Argentina. En aquellos tiempos en España no ha­bía trabajo y mis padres, como tantos inmigrantes, se vinieron a ‘hacer la América’.
EL. Q. – Esta barriada fue su vida, indudablemente ¿Nació en La Colonia?
J. L. R. - Nací en Bernal el 21 de junio de 1918, aunque muy pronto mis padres, Aurelia Hernández y Manuel, se instalaron en La Colonia y aquí me crié. Mi padre tenía un almacén de forrajes en Aristóbulo del Valle y Oliveri, calle esta última que en aquel entonces se llamaba Mendoza. Éramos muchos hermanos y yo era el ma­yor, de modo que tuve que empezar a tra­bajar desde muy chico. Hice la primaria en la Escue­la N° 7, tenía que cruzar las vías, pues en la 16 de Bernardo de Irigoyen y Santa Fe (risas), digo Rodolfo López, no había cupo.
EL. Q. – El trabajo en la forrajería fue su primer hito de la relación con el comercio…
J. L. R. - No sólo ayudaba a mis padres si­no que a los 12 años me em­pleé en la tienda ‘La Mina de Oro’, ubicada sobre la ca­lle Rivadavia. Era de los hermanos Dekmak y allí es­tuve 20 años, hasta 1952, en que me independicé. Abrí el negocio ‘Luis y José’ también sobre Ri­vadavia, en el 188 de esa arteria, a pocos metros de la tienda donde había comen­zado como cadete. Rivadavia no era peatonal pero ya denotaba una importante activi­dad comercial.
EL. Q. –De cadete a comerciante
J. L. R. - Creo que en aquella época se hacía más fácil llegar a co­merciante, partiendo como cadete. El hecho de trabajar en la tienda de los Dekmak me abrió muchas puertas, me permitió conocer a empresa­rios textiles muy importantes y ellos me ayudaron mucho. Inclusive se daban créditos y había muchas facilidades; los préstamos se pagaban a pla­zos con intereses módicos y los valores se mantenían es­tables. Eso facilitaba el de­senvolvimiento económico y por supuesto comercial, y así fuimos creciendo. A partir de esa independencia, en poco tiempo abrimos un local nue­vo ‘Al divino botón' y otros en Bernal. Con los años fui uno de los fundadores de la Cámara de Comercio.
EL Q. - ¿Y en el Club Quilmes Oeste…?
 J.L.R.– ¡Ah!, sí. El Quilmes Oeste. He alcanzado el increíble récord de ocupar la presidencia en forma ininterrumpida desde 1942. No fue fácil, por cierto. ¡Fueron 43 años! Esta vocación me nació en aquella época en que se formaba un club cada dos o tres cuadras, como decía; cada uno quería ser un poco mejor que los demás. Crecimos y adquirimos una importante propiedad en la Av. Vicente López 235. Era una venta de la sucesión de la familia Keller. Poco a poco fuimos comprando los terrenos de alrededor. Podría decirse que la familia interpretó el mensaje y por eso me siguen aguantando después de tantos años.
EL Q. – ¿Qué otras instituciones lo tuvieron como protagonista don José?
J.L.R. –¡Uy! Muchos. No recuerdo todos. Eso lo dejo para que lo responda usted.
AL SERVICIO DE LA COMUNIDAD
Es largo enumerar los cargos que tuvo José Luis Rodríguez en su trayectoria: presidente del Club Quilmes Oeste desde 1942 a la fecha (desde el 37 al 42 ocupó otros puestos); presidente de la Cá­mara de Comercio de Quilmes desde 1973 a 1989; presidente de la comisión de Vitali­cios del Quilmes A. C. desde 1987; presi­dente de la Comisión Institucional de Recu­peración Patrimonial del Club Sarmiento (1985); presidente de la comisión para Obras de Ayuda Social de la Fundación Quilmes año 1977; titular de la Asociación Amigos de la Calle Rivadavia entre 1970 y 1974; profesor honorario de la Federación Argentina de Ac­tividades Subacuáticas; presidente honora­rio de la Federación de Entidades de Bien Público del Partido de Quilmes desde 1972; de la Asociación Amigos de la Calle Riva­davia desde 1975; de la Cooperadora Poli­cial Comisaría Primera de Quilmes (1985); de las primeras, segundas y terceras jomadas ar­gentinas de actividades subacuáticas años 1985,1987 y 1989; socio honorario del “Fo­to Club Quilmes” y del grupo jubilados y pensionados “Algo por qué Vivir”; vicepresi­dente de Día Internacional del Amigo (1972 al 75); vicepresidente del Rotary Club de Quilmes (1978-79); socio benemérito del núcleo de “Amigos de Quilmes”. Premio Trofeo Indio Kilme en el rubro “compromiso social”, designado y otorgado por la Comuna y Círculo de la Prensa por servicios a la comunidad y acti­vidad comercial (año 1981). Además integró las siguientes comisiones: de la Soc. Hospital de Quilmes; de Obras del Estadio Centenario del Quilmes A. Club; de la Capilla y Jardín de Infantes Santa Teresita; e finanzas par la erección canónica de la nueva Diócesis de Quilmes; de homenaje al diario El Sol en su cincuentenario; de homenajes a Omar Andragnez y a David Tolzes, etc., etc…[3]
EL Q. – ¡Su compromiso social es extraordinario don José! Su período en el Quilmes Oeste no tiene parangón en el país.  
J.L.R. – Sí. Tal vez así sea. Tuve y tengo el apoyo de mi compañera Alejandrina Luciano con la que tuve dos hijos… y esa es mi vida, qué más puedo decirle… ¡Muchas gracias por no olvidar!...
(Se hace un silencio lleno de vida y se me ocurre que el entrevistado más que pensar en lo vivido se remonta a nuevos proyectos y realizaciones)
DESPEDIDA
Apago el grabador, me despido y dejo a Don José Luis Rodríguez haciendo sueños realidad e ignorando cualquier piedra del camino. Rodríguez fue prácticamente una “institución” en el ámbito quilmeño, calificativo con el que se distingue a esos hombres que comprendieron aquello de que “más que las palabras, valen los hechos”. Eterno presidente y hacedor del Club Quilmes Oeste, toda una vida por su querida ciudad de Quilmes. Esta entrevista intenta recorrer sus pasos de aquel cadete de tienda a su presente de grandes realizaciones.
Yo vuelvo a mi hoy turbulento y final.
Investigación, compilación y entrevista Prof. Chalo Agnelli,
director del Blog 2011/2020
FUENTE
Diario El Sol, lunes 21 de octubre de 1991
Archivo de la Biblioteca Popular Pedro Goyena
Archivo del Prof. Juan Carlos Lombán
“Quién es Quién en Quilmes” (1996) Ediciones Mensajes
NOTAS

 [1] Ver similares: sábado, 17 de enero de 2015, “Francisco Soto, entrevista en el pasado – 1936”// viernes, 18 de septiembre de 2015, “Santiago Goñi – Una nueva entrevista transmigratoria (1936/2015)” // domingo, 22 de noviembre de 2015“Santos Angeletti – Tercera entrevista transmigratoria (1936/2015) // lunes, 13 de enero de 2020 José Camarero y el teatro quilmeño – entrevista transmigratoria – 1939 // jueves, 16 de abril de 2020Ángel Camarero, futbolista y boxeador
 [2]http://www.todo-argentina.net
 [3]“Quien es Quien en Quilmes” Pág. 222





LA COLECTIVIDAD VASCA DE LA PRIMERA INMIGRACIÓN

$
0
0
Muchos son los apellidos vascos del Iparralde que encontramos vinculados a Quilmes a partir de 1800: Dupuy, Duval, Barate, Luto (o Luteau), Lerdou, Lassalle, Bourlot, Amiel, Fleury, Larrullet, Larralde, etc.
En 1810 en el Correo de Comercio, según el Dr. José A. Craviotto, se anuncia que en la Ensenada de Barragán, perteneciente al pago de la Magdalena el Sr. Pedro Duval apoyó económicamente a don Roberto Staples para la instalación de un saladero. Este Pedro Duval tenía vinculaciones con Juan Isidoro Clark. Esta firma comercial Staples & Duval fue multada en noviembre de 1811 por irregularidades en la matanza de ganado. Para efectivizar esta sanción fue enviado a Ensenada un piquete de Dragones de la Patria [1]
Según un escrito de 1841 figuran, entre los empresarios saladeriles de la jurisdicción de Quilmes, los franceses: Juan Barate, propietario, y Julio Luto (o Luteau), con saladero en terreno arrendado [2]
Bernardo Lerdou, en 1852, donó, entre otros vecinos, $ 500 para la instalación de un nuevo cementerio donde hoy se halla el Hospital I. Iriarte. Se llegó a reunir $ 44.037 y las tareas concluyeron en 1855. Era propietario de la chacra que figura en el mapa de catastro de 1898 con N° 18, limitada por las calles República del Líbano, Urquiza, Lamadrid y Andrés Baranda.
La familia Lerdou fueron propietarios de la panadería “La Francesa” - que luego pasó a la sociedad Deprati/Rodiles - ubicada en Rivadavia y Moreno, junto a la casa de la familia con entrada sobre Moreno.
Mariana y Gregoria Lerdou, posiblemente hijas del anterior, en 1886,  integraron la Sociedad de Damas de Caridad de San José con el propósito de atender enfermos indigentes  y proporcionarles el auxilio necesario y no solamente el asilo. Con esta sociedad se encaró la organización de un verdadero hospital [3]
Alejandro Lassalle fue uno de los preocupados colaboradores en pro de la educación de los niños quilmeños; así figura en las fiestas patrias de 1858, en que por primera vez en la provincia se usaron delantales blancos. [4]
En 1875, el juez de paz Pedro Risso encomendó al Dr. Honorio Martel,  Felipe Amoedo y a Alejandro Lassalle gestionaran la creación en Quilmes de un Colegio Secundario. No prosperando la iniciativa por falta de recursos, ya que hubo que alimentar a la Guardia Nacional apostada en Quilmes que participó en la revolución de setiembre de 1874. [5]  En 1877 integró el jury de clasificación de patentes fiscales.
Ese mismo año, la niña Vicenta Lassalle, hija de Alejandro, fue premiada, entre otras,  como mejor alumna de la escuela que dirigían las señoritas Rivero y Echeverría; algunas de las demás eran: Elvira Risso, Soledad Quevedo, Avelina Tobal (luego de Huisi), Ramona Matienzo Dupuy, Ercilia Otamendi, Ana Murialdo, Ercilia Rubio, Juana María Cabrera (*1866; luego la maestra fundadora del la E.G.B. N° 7), Carmen Lanatta, Emilia Murialdo, etc. Todas con una edad que iba de los 10 a los 12 años.
Vicenta con su madre, María A. de Lassalle, integraron con las Lerdou, en 1886, la Sociedad San José mencionada anteriormente.
Bernardo Lassalle fue presidente del H.C.D. en 1893 e intendente municipal entre 1894 y 1895. Fue el que dispuso la plantación de casuarinas en el camino al río, a ambos lados de la avenida Otamendi, plantación renovada por el Dr. José Eduardo López en 1926. [6]
Sobre don Orleáns Larralde, quizá también un vascofrancés venido después de Labourt dice José Andrés López, “Cada comercio valía de acuerdo con la eficacia que del espíritu del mostrador que lo animaba, emanaba. El señor Labourt, por ejemplo, culminaba la curva de sus éxitos cuando lo animaba el espíritu comercialmente amable, culto y atrayente del señor Orleans Larralde, y su decadencia se iniciaba con la desaparición de este.” [7]
Pedro Amiel, en 1892, era propietario de una carpintería en Ezpeleta llamada la Bouvette Francaise.
Pedro Fleury, en San Francisco (Berazategui) tenía un almacén, billar, café y cancha de bochas. [8]
Esteban Bourlot, en 1891,  fue uno de los vocales de la Comisión Directiva que integraban Félix Bernal, Antonio Tasso, Santiago Marengo, Enrique Meincke, Agustín Pedemonte, etc, para la fundación del colegio y templo salesiano de Bernal. [9]
Sintetizando, miembros de esta colectividad que ocuparon cargos políticos locales, algunos ya nombrados, fueron: concejales: Francisco Labourt, entre 1857 y 1858; Alejandro Lassalle en 1865 y consecutivamente entre 1872 hasta 1881; Bernardo Lassalle entre 1893/94; Juan Ihuralde entre 1871 hasta 1875 consecutivamente y entre 1880 y 1881; Julio I., 1893/94 y 1898/99; Juan I. (h), 1909; Horacio I. 1909; Raúl I., 1929/30/32/33; Orleáns Larralde, 1869/70/71. Fue secretario del departamento ejecutivo de la municipalidad don Rodolfo Labourt desde 1902 hasta 1908.
CASA DE LOS VASCOS - EUSKAL ECHEA
“En el pueblo de Quilmes, a los 6 días de Enero de 1901, reunidos en el 'Hotel Universal' calle Alvear esquina Garibaldi, se reúnen los señores Santiago Goñi, [10] Domingo Iparraguirre, Miguel Nazábal, José Larralde,[11] Pedro Etchevertz, [12] José Almirantearena, Jaime Bazterrica, Juan Bazterrica,[13] Joaquín Elortondo, José Jourequi, Fermín Melchor, Tomás Barreneche, Pablo Ibarra, Francisco Candia, Francisco Arrieta, Basilio Amondarain, Julián Meñaca y Agustín Goñi; el señor Iparraguirre expuso el objeto de la reunión y que era de acuerdo a su convocatoria constituir una sociedad entre los vascongados e hijos residentes en el distrito...” Así comienza el acta fundacional de la Casa de los Vascos. Fue inscripta en la municipalidad con el Nº 369. Luego se consiguió establecerse en una sede propia en la esquina de Brown y 25 de Mayo.
Agrega el diario El Sol del martes 7 de octubre de 1980: “La colectividad vasca gozó siempre en el país, de las mayores simpatías. Honesta y laboriosa con gran sentido de la responsabilidad altamente solidaria con nuestros problemas y fácilmente asimilable a nuestras costumbres, ha sabido ganarse un lugar de privilegio en el corazón y en el afecto de los argentinos.
No es de extrañar, entonces, que sus instituciones representativas hayan contado siempre con el apoyo popular. La Euskal-Echea (‘Casa de los Vascos’), por ejemplo, cuyo desarrollo ha abarcado los puntos más importantes del territorio nacional. Quilmes también la tiene, está instalada en 25 de Mayo y Brown, y es precisamente en ella donde se obtuvo en el año 1940 esta nota gráfica, con motivo del viaje a Europa del señor José María Sarriés, caracterizado miembro de la comunidad vascongada.”

En la primera fila, sentados de   izquierda a derecha, aparecen entre otros los señores: Juan Zoroza, Pedro Arán, Martín Artajo, José María Sarriés, el cura párroco Dr. Ángel Banfi, el Dr. Isidoro G. Iriarte, el R. P. Juan Bernardino Lértora, capellán de la Escuela Naval; el R. P. Julio Argentino Gatica y Agustín L. Rocca; en la fila del centro: Cosme Arrastoa, Saturnino Iriarte, Pascacio Iriarte, José M. Goes, Eleodoro Moyano (se le ve sólo la cabeza), el profesor Doroteo Yoldi, Martín Sarriés, Pedro Bazterrica, Domingo Urcola, José Gorostieta, Julián Ochera, Secundino Iribarren, Enrique Martínez, Julián Ithúrbide, Eduardo Arguindegui, Martín Ourracarriet y Marcial Michelena; última fila: Luis Antonio Borro, Daniel Sarriés y Martín Sarriés (h) (Fotografía reproducida por Alcibíades Rodríguez; texto, Víctor Alberto Giordano)

PERIÓDICO EL PLATA DE MAYO DE 1927 – QUILMES
“Lucidos contornos alcanzó la fiesta realizada el sábado 14 del corriente, en el local de la Sociedad Euskal Echea con motivo de con­memorarse el 26 aniversario de la fundación de dicha institución.
A la hora de la cena, tomaron asiento, alrededor de ochenta comen­sales, que hicieron los debidos ho­nores al menú preparado.
 Finalizada esta se dio comienzo al baile familiar, que reunió a nu­merosas familias, prolongándose la danza hasta las 5 de la mañana del domingo, sin que decayera un solo instante, el gran entusiasmo y camaradería que reinaba entre to­dos los concurrentes.
En uno de los intervalos del bai­le, los hermanos Aspitía, componen­tes del dúo nacional Aspitía-Sarry, hicieron oír varios números de su nutrido repertorio, mereciendo los aplausos de todos los oyentes.
La tiranía del espacio, nos impi­de publicar la nómina de las familias asistentes, como es nuestro deseo, pero la nota gráfica que in­tercalaremos en domingo próximo y en la que figuran parte de las señoritas  asistentes, dará una idea al lector de lo  concurrida  que estuvo esta fiesta.”
NOTA AL CONSEJO ASESOR DE COLECTIVIDADES DE QUILMES, 2001
“La Euskal Echea existente en nuestra ciudad, ya cuenta 100 años de existencia. En esa época, los socios con su presencia, con sus historias de vida y su sentido de pertenencia eran quienes mantenían activas la entidad. Pero en los últimos años de debieron incrementar denodadamente los esfuerzos para construir una relación institucional perdurable creando canales fluidos de asistencia, que renovaran la vigencia societaria y mantuvieran despierto el interés de los socios, argentinos en su gran mayoría, sin experiencias inmigratorias, pero con sentido de pertenencia al pueblo de sus ancestros. La Casa de los Vascos existente en Quilmes, por la casi nula actividad de los descendientes euskaros quilmeños en estos últimos años, se fue dispersando y perdiendo figuración en la colectividad vasca local.”

TRES ESCUDOS EN EL FRONTIS DE LA EUSKAL ETCHEA [14]
En el frontis de la ochava de la antigua sede de la Euskal Etchea (Casa Vasca) en la esquina NE de 25 de Mayo y Brown hay tres escudos que labraron allí los fundadores de esta institución difusora de la cultura vascongada. El señor Armando Velasco nos envió la descripción de esos escudos y su simbología heráldica.
El más pequeño, entre medio de los dos de abajo dice: “AÑO 1901 - ENERO 6”. Fecha de fundación este Centro Vasco que es una de los más antiguos de la República Argentina.
Detrás del mismo hay una cinta que corona los dos escudos que tiene inscripto: sobre el escudo de la izquierda: “EUSKAL HERRIA” (País Vasco en euskera, lengua vasca) y sobre el de la derecha: “REPÚBLICA ARGENTINA”.
El escudo de la derecha visto de frente, tiene en el centro una alegoría que representa las actividades principales del pueblo vasco y la fe. EL ÁRBOL DE GERNIKA (Gernikako Arbola) - árbol que simboliza las libertades tradicionales (fueros) de Vizcaya y los vizcaínos, por extensión de todos los vascos -; [15] además contiene un “SOL” que es dios, una “VACA”, un “CABALLO”, una “BALLENA” - este animal recuerda que en tiempos no demasiado lejanos se practicaba la caza de ballenas en toda la costa y varias ciudades tienen en su emblema una lancha con sus remeros persiguiendo esos cetáceos -,  un “ANCLA” recordando los pequeños astilleros donde se construían naves pesqueras. Rodeando todos estos símbolos están los nombres de las siete provincias vascas: “ALABA, GIPUZKOA, NABARRA, BIZKAYA” - dentro del Reino de España – “LAPURDI” (Labourt en francés), “BENABARRA” (Basse-Navarre en francés), “SUBEROA” (Soule en francés) – dentro de la República Francesa - . Abajo del escudo, el lema, “ZAZPIA-AK-BAT” (Las Siete Una)
El escudo de la izquierda  representa la “CASA DE JUNTAS DE GERNIKA”, con el roble tradicional, al pie del cual está “EL LIBRO DE LOS FUEROS”, sobre el cual  los Señores de Bizcaya estaban obligados a jurar para poder ser reconocidos como tales. El árbol está rodeado por los “JUNTEROS” cuidando que las libertades, que amparaban absolutamente a todos los vizcaínos por igual, no fueran transgredidas. Abajo del escudo, el lema, “DENAK-BAT” (TODOS UNO). Los nombres vascos figuran escritos con ortografía vasca.


 
Investigación, compilación y notas Prof. Chalo Agnelli
Director del Blog
[9] Ver. Craviotto, José Alcides. “Quilmes a través de los años”. 1° ed. Agosto de 1966. Quilmes. Pág. 171
[10] Idem. Craviotto, pág. 174
[11] Idem. Craviotto, págs. 249 y 250
[12] Craviotto, José A. y Barrera Nicholson, César. “La conmemoración del aniversario patrio en el pasado de Quilmes”. La Verdad, Quilmes, 23 de mayo de 1939; ídem, “Delantales blancos en las escuelas de Quilmes”, El Sol, 29 de abril de 1955.
[13] Idem. Craviotto, Págs. 237 y 327
[14] Idem. Craviotto, Págs. 257 y 258
[15] López, José Andrés “Quilmes de antaño”. Edición única. 1930. Quilmes (capítulo “Su comercio”; Pág. 251)
[16]Ídem. Craviotto, Pág. 257
[17]Ídem. ant. Pág. 254

CLUB QUILMES OESTE 1937-2017

$
0
0

Por Chalo Agnelli/2017
Allá por el año 1937 Quilmes tenía 45 mil habitantes y la iglesia parroquial y la Cervecería eran los edificios más altos. Era una zona conocida - debido a un viejo pionero don Santiago Valerga - por “La Colonia”, con calles en su gran mayoría de tierra, zanjas, cruzadas de carros  y don­de el tranvía 22 era el único ruidoso medio de transporte característico.
Precisamente ese año un grupo de jóvenes amigos, resueltos pateadores de potreros,  resuelven crear un club. Dos de ellos: Renzo Mirón y Juan Arrestía, quien ya perfilaba de verseador, dieron el primer pa­so. Redactan una solicitada que distribuyen mano a mano el 9 de octubre de ese año, entre la barriada, invitando a la formación del proyectado club, que llamarían provisoriamente “San Juan”.
La solicitada decía: “Instados por la necesi­dad y la ambición de progreso, el Club Atlético San Juan invita al vecindario en general a hacerse socios-socias con la cuota mensual de 0,50 $ los caballeros y 0,30 $ las damas. Esperando de nuestros estimados vecinos vuestro desin­teresado apoyo-aporte a total beneficio de un núcleo de jóvenes muchachos que ambicio­nan el progreso de un club llamado por aho­ra “San Juan” y que luego se lo denominará, como así también será elegida su H. Comi­sión Directiva, en una reunión de asociados por medio de votación". 
A continuación ese ‘proto-libro de actas’ detalla la nómina de los primeros asociados, domicilios y fir­mas correspondientes: “… que viene a documentar la sinceridad de este plebiscito. Anticipadamente, nos dignamos en agra­decerles sinceramente”. Y firman Renzo Mi­rón, presidente provisional y Arrestía, secretario provisional.
Entre los 81 nombres, con sus domicilios y firmas figuraban, además de Mirón y Arrestía: Juan Cotelo, César Pantano y su esposa Delfina, Germán Hernández, Modesto Patiño, José Muratore, Valentín Suárez, To­más Basti, Lorenzo Tivone, Hipólito Miramonte, Martín Taylor, Adolfo Suárez, Rafael Brescia, Rosa Pazos, Manuel Cores, Antonio Lucano, Pablo Vega, Valentín Rodríguez, Juan Maffioli, José Zarbá, José Bonini, Natalio Denda, Félix Estévez y otros 56 entusiastas vecinos.
LA PRIMERA ASAMBLEA 
El domingo 24 de octubre se realizó la asamblea inaugural en la calle Santiago del Estero (hoy República del Líbano) N° 98; en un local cedido gratuitamente por la Cooperativa “La Cons­tancia”. Se reunieron: Juan Maffioli, Germán Hernández, Juan Co­telo, Ángel Muratore, Tomás Basti, Juan Castello, José Zarbá, Ángel Hernández, Carlos Boninni, Antonio Muratore, Juan Arrestía, Santos Zorzoli, Arturo Miramonte, José Bonini, Natalio Denda, Adolfo F. Suárez, José Muratore, Renzo Mirón, César Pantano, Hi­pólito Miramonte, Francisco Fomari, Alfre­do Víctor Martínez, Valentín P. Suárez, Félix Estévez, Antonio Zarbá, Carlos Onetto, Mo­desto Patiño, José Luis Basti y Juan Carlos Onetto. El club quedó fundado.
Se propusieron va­rios nombres para bautizarlo, el señor Maffioli propuso “Pri­mavera”; Ángel Hernández, “Aristóbulo del Valle”; Arrestía, “San Juan”; Antonio Zarbá, “Sol de Mayo”, pero obtuvo la mayoría la pro­puesta del señor Pantano: “Club Social y Deportivo Quilmes Oeste”. Natalio Denda quedó como presidente de la primera comisión directiva; se­cretario Renzo Mirón. La secretaría quedó provisionalmente en la sede de la Cooperativa, siendo proclamado socio N° 1 el señor Juan Cotelo.
A partir de este momento la flamante institución tomó una proyección inusitada y fueron centenares las actividades que le dieron renombre entre los numerosos clubes del barrio.
LAS SEDES 
La primera sede de la institución fue la Co­operativa hasta el 4 de diciembre, en que se al­quiló la propiedad de Aristóbulo del Valle 170 (ahora 220). En agosto de 1938 la nueva sede se instaló en una propiedad de la calle Aristóbulo del Valle 227, local que se alqui­laba por 70 pesos mensuales.
Allí estará por casi 24 años. El 5 de enero de 1962, según consta en actas, se menciona la posibilidad de adquirir la magnífica propie­dad de Vicente López 129. El 10 de enero se concreta la adquisición, de la sucesión Keller, ad referéndum  de la asamblea, que se re­alizó el 11 de febrero; 284 socios firmaron el libro de actas en esa oportunidad; 178  se pronunciaron por el tras; 32 por la permanencia en Aristóbulo del Valle y hubo un voto anulado. Así comenzó una etapa de incesante evolución, transformado la definitiva sede en lo que actualmente se aprecia la cruzar por esa avenida y donde numerosos socios gozan de todo tipo de una amplia gama de deportes: bowling, papi fútbol, natación, voleibol, bas­quetbol, yudo, buceo, aerobics, gimnasia deportiva, gimnasia con destreza, aparatos, entre otros. 
EXTENDIENDO LOS BRAZOS 
El apoyo institucional a otros grupos comunitarios también fue una de las características del “Quilmes Oeste”. Una destacada socia, Delia Durso y la buena predisposición de José Luis Rodríguez, lograron en 1978 que el centro de adultos mayores “Algo porque vivir” pudieran utilizar el salón del frente para sus reuniones sociales y fue ahí que se hicieron muy conocidos y aumentaran el cupo de miembros al punto que con el tiempo lograron adquirir una propiedad en la calle República del Líbano y las vías del ferrocarril, todo gracias al apoyo inicial que les brindó este Club y su presidente José Luis Rodríguez. 
RODRÍGUEZ, UN PRESIDENTE CON HISTORIA 
El caso del actual presidente del Quilmes Oeste, José Luis Rodríguez, [1] debe estar en los anales de los récords a nivel mundial. Fue presidente por primera vez de la insti­tución en 1942 - el año próximo se cumplirán las bodas de oro - y ocupa ese cargo en forma ininterrumpida desde 1959. De los 54 años que tiene el club, Rodríguez fue presidente durante 43. También ocuparon este puesto: Natalio Denda, Ángel Bocca, Vi­cente Moschini, Rafael Napolitano, Agustín Siffredi, Enrique Paiardi y Raúl Chavanne, etcétera.
Detrás el presidente del Club don José Luis Rodríguez en un aniversario de la Institución; sentados a la mesa el locutor y periodista Omar "Clavelito" Andragnez, la docente Silvia Cuervo de Meizner y el locutor Carlos Solis
80° ANIVERSARIO 
El Club Quilmes Oeste hoy es una institución señera que ha marcado hitos en una populosa barriada quilmeña. El 80° aniversa­rio encuentra a la entidad en una constante etapa de progreso, siempre mirando hacia adelante a pesar de todas las dificultades que las instituciones de este tipo tuvieron que padecer en las últimas décadas, donde la participación social fue escaseando de forma creciente por cambiar los intereses y diversificarse las atracciones del público.
Además de los deportes mencionados, hoy el Club posee Colonia de verano, gimnasia artística, escuelas de guardavidas, escuela de fútbol, escuela de boxeo, patín artístico y de rollers, pilares y stretching.
Un sueño de juventud que se cristalizó en una entidad comunitaria que honra con imperecedera energía a sus fundadores, a los consecuentes seguidores de aquellos, al barrio La Colonia y a Quilmes todo.

Investigación y compilación Prof. Chalo Agnelli

Director del Blog - 2017/2020

FUENTES
Archivo de la Biblioteca Popular Pedro Goyena
Diario El Sol del lunes 28 de septiembre de 1991
NOTA


[1] Ver en EL QUILMERO del jueves, 30 de abril de 2020, “José Luis Rodríguez entrevista transmigratoria – 1991”


QUILMES Y LA ORGANIZACIÓN DE LA ESCUADRA FEDERAL - 1841

$
0
0
"QUILMES CONTRIBUYÓ EFICAZMENTE A LA ORGANIZACIÓN DE LA ESCUADRA FEDERAL"
por Dr. José A. Craviotto/1941


EL 28 de marzo de 1838quedaron rotas las relaciones diplomáticas entre la Confederación Argentina y el gobierno de Francia. El hecho, que marcó la iniciación de una serie de graves consecuencias para el país, sirvió para probar que no impunemente podía atentarse contra la soberanía de la entonces incipiente nación argentina.
UNA consecuencia inmediata del mismo fue la asociación de los esfuer­zos, a todas luces imperialistas, de la escuadra francesa con los que reali­zaban los unitarios, desde la emigración, en la Banda Oriental, en pro de la caída del gobierno de Rosas.


Manuel Larravide (1871-1910) - Enciclopedia Historia Argentina


LUEGO de un tiempo, en el que tuvieron lugar varios actos de gue­rra, el 29 de octubre de 1840 se firmó la llamada “Convención Mackau”, entre el gobierno argentino y el almirante francés de aquel nombre. Con ello se puso fin al bloqueo ejercido sobre el comercio y las costas argen­tinas por la escuadra francesa, en nombre de su soberano Luis Felipe, “el rey guardachanchos”, como lo llamaban los papeles federales de entonces.
EL cese del bloqueo determinó graves consecuencias para los emigra­dos que luchaban desde el extranjero. El gobierno oriental del general Rivera,[1] de filiación unitaria, así como el general Lavalle - en operaciones contra Rosas en territorio argentino -, perdieron el apoyo de la escuadra francesa y el dominio ejercido por ella en el Río de la Plata. Militarmente, la pérdida del poder naval con que contaba el partido unitario trajo el fracaso de las operaciones terrestres en ésta banda; en el aspecto económico la consecuencia fue también muy grave, desde que determinó serios perjuicios financieros, por la disminución del comercio de la Banda Orien­tal.
DURANTE el tiempoen que se ejerció el bloqueo, la corriente maríti­ma a las costas argentinas debió desviarse necesariamente al puerto más próximo libre de las acciones militares, el de Montevideo, cuyo comercio aumentó grandemente sobre el que desarrollaba en épocas de normalidad. Concertada la paz con Francia y libres las aguas del Plata, el ficticio movimiento comercial del puerto oriental volvió a su cauce normal, al par que aumentó grandemente el comercio del puerto de Buenos Aires, que pasó a contar en su rada, "no menos de 200 fragatas y bergantines mercantes, sin contar infinidad de barcos de cabotaje” [2] alcanzando, en ese año de 1842, a un total de 662 buques de carga. [3]
LA libertad de las aguas del Plata determinó, así, un brusco aumento en el movimiento comercial de las costas argentinas, con todas sus pro­yecciones en la importación, exportación y rentas aduaneras; simultánea­mente, disminuyeron las rentas y el comercio oriental. Económicamente, el enemigo de la Confederación sufrió un desastre, que gravitó enormemente sobre sus operaciones militares inmediatas.
LIBRE el gobierno de Rosas de la acción bloqueadora, tomó a su vez la ofensiva contra Rivera y decretó el cierre de los ríos Paraná y Uruguay a los buques extranjeros y orientales, para cortar las comunicaciones flu­viales entre Montevideo y las provincias del litoral, y determinar la ruina del comercio que desde aquel puerto se ejercía por tales vías; sobre todo en los saladeros de la costa del Río Uruguay. A su vez, Rivera decretó la guerra de corso contra los buques argentinos, a quienes había impuesto la obligación de pasar por el puerto oriental de Higueritas [4] para su visación;
TANTO para el gobierno de Rosas como para el de Rivera, era necesa­rio disponer del control de las aguas del Río de la Plata, vía de comunica­ción con el exterior, por la cual saldrían muchos productos, en su mayor parte ganaderos, y por donde debían llegar los recursos para continuar la guerra, vencer y entrar de lleno en la senda del progreso. Para ello era condición primordial disponer de una encuadra.
LA escuadra- en general y como manifestación del poder marítimo - cuyo formidable valor en potencia palpamos en la guerra actual, debía ser improvisada, creada de la nada por ambos gobiernos. De la nada en cuanto a material, que debía ser adquirido; en cuanto a hombres, muchos de los gloriosos veteranos de las campaban navales de 1814 y de la guerra con el Brasil tendrían otra oportunidad de participar, desgraciadamente, en una lucha fratricida.
EL material flotante que dotado de armamento conveniente formaría luego la marina militar destinada a sostener la libertad comercial del estuario del estuario del Plata, abundaba con la llegada a la rada de Buenos Aires de los buques mercantes que reanudaban el comercio. Así, en junio del mismo año, la encuadra estaba formada por los siguientes barcos: ‘‘25 de Mayo”, “Belgrano”, "San Martin”, ''Vigilante”, “Echagüe’’, “9 de Ju­lio”, “Libertad" y "Entrerriana” además de otros menores. Nos referimos, como se comprende, a la marina de  de guerra de la Confederación Argentina.
AL frente de ella, el gobierno de Rosas puso a una de las figuras más grandes y más pura de nuestro pasado histórico, el Almirante Brown comandante en jefe las fuerzas navales en las campañas de 1814 y de la guerra con el Brasil, supo inspirar a Rosas la confianza necesaria, pese a su condición de gobernador interino de Lavalle, en 1829. Varias circuns­tancias, en la campaña naval que se inicié en 1841, prueban suficientemente que el viejo luchador de las aguan del Plata permanecía fiel a la Nación, sin desconocer el valor de aquellos compañeros de lucha en años anteriores, enemigos del gobierno de Rosas en ésta oportunidad; por lo demás, los episodios de estas luchas no fueron anotados por el glorioso almirante en las memorias que escribió en los últimos años de su vida, a pedidode Bartolomé Mitre. Considerarde otro modo la aceptación del mando de la escuadra federal “Sería desconocer una de las virtudes fundamentales de la servidumbre militar; la lealtad a las autoridades constituida”, dice el capitán de fragata e historiadordeBrown, H. R. Ratto y agrega: “En última instancia, serán sus actos posteriores, de prescindencia partidista - tan ensalzados por el mismo general Paz -, los que aclararán hasta dónde llegó el apoyo de Brown a la política de Rosas”. [5]
EL armamento y tripulación, así como el mantenimiento de la escua­dra creada, resultaban dificultades por la escasez del erario, que databa del bloqueo francés y se dejaba sentir con mayor fuerza a medida que aumentaban los gastos de la guerra civil en la República. [6] Ignoramos la causa que lo determinó, pero, a comienzos del año 1841, el pueblo de Quilmes, en un gesto sencillo y elocuente, decidió contribuir al mantenimiento de los gastos que demandaba la escuadra. Nos ocuparemos de la suscripción levantada en Febrero de ese año. [7]
A mediados del mes indicado se reúnen, juntamente con el Juez de Paz suplente. D. Manuel Gervasio López, “un considerable número de vecinos patriotas, decididos federales, inflamados del más fervoroso deseo por la terminación de la guerra fratricida con que provocaron a la República los inmundos Salvajes Unitarios, apoyados por el Coloso inmoral pardejón [8]Fructuoso Rivera”, y acuerdan levantar una suscripción voluntaria para ayudar en parte a los gastos que demanda la escuadra. [9]
LA suscripción, cuya colecta se hizo efectiva por el alcalde y dos vecinos de cada uno de, los cuarteles en que se dividía el partido de Quilmes, produjo la suma de catorce mil ciento cincuenta y siete pesos. Con fecha 25 del mismo mes de febrero, López dirigió una nota al gobernador Rosas, poniendo en su conocimiento la suscripción realizada, la suma co­lectada y la lista nominal de los donantes, pidiendo se sirviese disponer del dinero producido por la misma, suma depositada en el Juzgado de Paz. Comunicaba, además, que el vecino D. Eugenio Otero había donado, para el mismo fin: “una cuadra de monte de durazno en pie y pedía instruc­ciones al respecto.”
CON fecha 2 de marzo, al pié y margen de la nota de López, un secre­tario de Rosas anota: “Contéstese al Juez de Paz de Quilines, manifieste a los ciudadanos donantes comprendidos en la adjunta relación las más expresivas gracias a nombre de la Confederación por su generosa Patrióti­ca federal donación, entregándose los catorce mil ciento cincuenta y siete pesos con la presente Nota al Tesoro General, para que dándose entrada, sea aplicada al objeto de la donación, y publíquese”. La resolución lleva al pié la rúbrica típica de Rosas.[10]
CON la misma fecha sale para Quilmes copia del decreto de Rosas, en la que se indica, además, que se haga cortar la leña del monte de duraz­nos para tenerla a disposición del ejército.[11]
LA escuadra así creada, en cuyo origen participó Quilmes del modo señalado, fue, a juicio del British Packet, la mejor que tuvo Brown a sus órdenes. Y “una mañana, la del 30 de Marzo, la flamante escuadrilla de la Confederación, con la insignia de Brown flameando al tope del palo mayor de| bergantín ‘Belgrano’, convertía en bloqueado al puer­to de Montevideo, que hasta pocos días antes enviaba sus naves a operar sobre Buenos Aires. En esa memorable mañana, el vencedor del Buceo izaba, en el mástil más elevado de su capitana de escuadra, una bandera uruguaya de primer tamaño, que las restantes naves saludaron con veintiún cañonazos, reveladores, ahora, de un gesto caballeresco del ya anciano almirante, quien, en la emergencia, proclamaba que la escuadra de su mande no iba a combatir con nación enemiga alguna, sino a luchar con una fracción política de la misma. Noble muestra de las muchas que alentó al genio tutelar de nuestras aguas y que constituye, a buen seguro, el episodio medular de esta efemérides”.[12]
APÉNDICE DOCUMENTAL (textual)
- I -
¡VIVA LA FEDERACION!
El Juez de Paz y Comisario de este Partido de Quilmes, Febrero 25 de 1841, Año 32 de la Livert, 26 de la Yndepend.a y 12 de la Confederación Argent.a
Mzo 2. de 1841 c fho.
Avisa haverse levantado en este Vecindario una Subscripción Voluntaria para ayudar en parte al sostén de la Escuadra armada contra el Coloso Infame pardejón Fructuoso Rivera; acompaña la Lista nominal, y tiene a disposición de V. E. su producido.
Al Exelentisimo Señor Gobernador y Capitán general de la Provincia Nuestro Ylustre Restaurador de las Leyes Brigadier D. Juan Manuel de Rosas
Exmo. Señor
El infrascrito Juez de Paz y Comisario, se complase al poner en el Supe­rior conocimiento de V. E., que reunido en este Pueblo con un considerable número de Vecinos Patriotas decididos Federales, inflamados del mas ferboroso deseo por la terminación de la guerra fratricida con que probocaron a la República los inmundos Salvajes Unitarios, apoyados por el Coloso inmoral pardejón Fructuoso Rivera, Acordamos se abriese una subscripción voluntaria para ayudar en parte a los gastos que demanda la Escuadra armada por V. E. como encargado de las Relaciones exteriores de la Repú­blica Argentina.
El infrascrito penetrado del ardoroso entusiasmo patriótico federal, acordó se abriese la subcripción, y que su colectación se hisiese por el Alcalde y dos vecinos de sus respectibos cuarteles.
La Subcripción ha producido la cantidad de catorce mil ciento cincuenta y siete p.s que esperamos se sirva V. E. aceptar como una prueba de la desición de este Vecindario por la Santa Causa de la Federación, con la protesta q. hacemos de no reserbar nuestras personas, intereses y vida por el Sostén de la guerra que con tanta dignidad, Onor y gloria sostiene V. E.
Acompaña la Lista nominal, y pide Se sirva V. S. disponer dela indicada cantidad que queda en este Juzgado.
Al mismo objeto ha donado D. Eugenio Otero, una Cuadra de monte de durazno en pie que también espero me ordene V. E. si la he de conserbar asi, si hade cortar o vender en este estado.
Dios gue. a V. E. m.s a.s
Exmo Señor (TEXTUAL)
(firmado) Manuel Gerbasio López
                                                                              (una rúbrica)
Al pie y margen de la nota fue escrito el siguietne decreto (textual)
Marzo 2 de 1841.
Contéstese al Juez de Paz de Quilmes manifieste a los Ciudadanos donantes comprendidos en la adjunta relación, las más espresibas gracias a nom­bre de la Confederación por sus generosa Patriótica federal donación; entre­gandose los catorce mil ciento cincuenta y siete pesos con la presente Nota al Tesorero General para que dándole entrada, sea aplicada al Objeto de la donacion, y publiquese.
( Rública de don Juan Manuel de Rosas)
La nota al pie tiene las casacterísticas de la gráfica de Pedro R. Rodríguez.
- II –
El Juez de Paz y Comisario de este Partido de Quilmes, haviendo nota­ de la buena disposición de muchos Vecinos para ayudar a| Exmo Señor Governador de la Provincia Nuestro Yustre Restaurador delas Leyes Brigadier Dn. Juan Manuel de Rosas a sostener la guerra contra el infame Salvaje pardejón Fructuoso Rivera, y que no lo hacen por no tener cada uno una cantidad suficiente para llenar su deseo particularmente hemos acordado abrir una suscripción voluntaria, para que los amantes al bien general, tranquilidad, y orden, coadyubemos con la cuota que cada uno quiera, por el conducto del Alcalde y dos vecinos de sus respectivos cuarte­les representando la persona del indicado Juez de Paz al que sus ocupacio­nes no le permiten hacerlo en persona:
¡VIVA LA FEDERACION!
Manuel Gervasio López
300
Marcelo Aspitia
250
Ángel Borda
20
Ysidro Montes
50
Miguel Vilches
50
Jacinto Chueco
50
Pedro Juan Videla

Mariano Grigera
300
Juan Antonio Bayo
10
Pedro Lafón
5
Laureano Ramírez
50
Estevan Masías
100
Eusebio Almirón
50
Marcelino Hurtas
10
Una Pobre Vieja
4
Pedro Nolsaco Núñez
10
Alajandro Mc Jane
10
Juan Felipe Felipín
10
Miguel Krebs
10
Pilar Sidones
1
José León Moncadas
10
Juana Manuela Salgue
10
Pablo Serrudo
10
Paula Ybarra
5
Santiago Molina
15
José Acosta
20
Francisco Rincón
50
Miguel Obligado
20
Pastor Obligado
10
Pablo Ferreyra
1
Pedro Rincón
10
Nil Black
10
Rafael Constancio Portela
30
Francisco Correa
50
Roque Esteves Correa
100
Henry K. Bell
20
Jorge Sonta
10
Jacinto Obligado
20
Juan Gregorio Barreyro
20
 Pedro La Rosa
100
Con firma de los donantes
Es la única lista que conocemso, probablemente corresponde al acta de la reunión,
desde que en ella aparecen vecinos de diferentes cuarteles.
- III -
VIVA LA FEDERACION (textual)
El Coronel Edecán de S. E.
Santos Lug.s de Rosas Marzo 21 [1841, Año 32 de la Libertad 26 de la Independ.a y 12 de la Confed.n Argentina.
Al Juez de Paz de Quilmes.
El Insfrascripto ha recibide orden del Exmo Sor Gobernador de la Probincia Nuestro Ilustre Restaurador de las Leyes, Brigadier D. Juan Manuel de Rosas para abisar a V. el recibo de su nota fecha fha 25 del pp.de Febre­ro cuya suma es poner en el Sup.r conocimiento de S. E. aviso de haberse levantado en ese vecindario una subscripción voluntaria para ayudar en parte al sosten dela Escuadra armada contra el coloso infame Pardejón Fructuoso Rivera, acompañando la lista nominal, y tiene a disposición de S. E. su producido; agregando que D. Eugenio Otero ha donado una cuadra de Monte de Durazno en pie, y que también espera le ordene S. E. si la hade conservar asi, si ha de cortar o vender en el Estado con todo lo demás que V. expresa en su referida nota.
Y a decirle que en ella ha recaído el Decreto Siguiente.
"Contestese al Juez de Paz de Quilmes manifieste a los ciudadanos comprendidos en la adjunta relación, las mas expresivas gracias a nombre dela Confoderac.n p.r su generosa Patriótica federal donacion entregándose los 14.157 p.3 con la presente nota al Tesorero general, para que dándole entra­da sean aplicados al objeto dela donacion y publíquese”.
Respecto dela cuadra del Monte dice S. E. que manifieste V. el mismo reconocimiento al ciudadano donante, y que lo haga V. cortar, y la tenga a disposición de S. E. para este Egercito.
Dios que a V. muchos años. (TEXTUAL)
(firmado) Pedro Ramos
               (una rúbrica)
Compilación, tipiado y notas Prof. Chalo Agnelli,
director del Blog EL QUILMERO, 2011/2020
FUENTE
Periódico “La Verdad” del 24 de mayo de 1941. Año XXXI N° 5001
NOTAS


[1] José Fructuoso Rivera (Paysandú, 1784 - Melo, 1854) Militar y político uruguayo considerado una de las principales figuras de la emancipación de su país, así como de los primeros años de historia del Uruguay independiente. Fue el primer presidente constitucional de la República (1830-1834), a cuya presidencia accedió de nuevo en dos ocasiones (1838-1839 y 1839-1843).
[2] Caillet-Bois T. “Los marinos durante la dictadura”. B. Aires 1935 pp. 13|14|15.
[3]Ídem. Ant.
[4] La Dársena Higueritas se ubica junto al Río Uruguay (Km 2) en la ciudad de Nueva Palmira.
[5] H. R. Ratto, “A un siglo de la incorporación de Brown a la escuadra federal”. “La Prensa’’, Marzo de 1941. Sección segunda.
[6] A. Saldías. “Historia de la Confederación Argentina”. B .Aires 1911. Tomo 3; p. 231.
[7] A mediados del año 1841 fue levantada otra suscripción con el mismo fin.
[8]Despectivo de pardo.
[9] En las transcripciones conservamos estrictamente la orto­grafía de los documentos originales.
[10] Original en el archivo del Dr. Craviotto.
[11]Ídem. ant.
[12] H. R. Ratto. “A un siglo... etc., ya citado. Además: Héctor R. Ratto. “Historia de Brown’’. Buenos Aires, 1939. T. Caillet-Bois. “Ensayo de historia naval argentina”. Bs. Aires 1929.

EN TORNO DEL ESCRITOR Y SU IDIOMA - JUAN CARLOS LOMBÁN - 1969

$
0
0

Por Prof. Juan Carlos Lombán [1]/ 1969
En términos generales, pienso que el escritor pertenece a su idioma. La lengua en la que escribe es no sólo su herramienta fundamental, el medio irreemplazable de su expresión creadora, sino también un elemento esencial de su cultura, un factor que ha ido modelando lenta pero inexorablemente formas de expresión hábitos mentales, tendencias emotivas e inclu­sive usos y costumbres.[2] No creo, en consecuencia, que el idioma sea para el escritor tan sólo un medio. Es eso y mucho más. No está determinando me­ramente la forma, como muchos creen, sino también, en no poca medida, el fondo de su expresión, si es que fuera posible separar lo que en rigor son dos aspectos de un mismo hecho, uno en función del otro. Convencido de la importancia fundamental del idioma en todas las facetas de una obra literaria, sostengo con Ortega y Gasset que por regla general la traducción no pasa de ser una utopía, un intento siempre digno de encomio mas nunca coronado plenamente por el éxito.
EL CASO DE GUILLERMO ENRIQUE HUDSON
La relación entre el escritor y su idioma me ha hecho reflexionar en no pocas oportunidades sobre Guillermo Enrique Hudson, el autor nacido en nuestra pampa que escribió en inglés todos sus libros, a los que, por tanto, la gran mayoría de los argentinos que los han leído lo han hecho a través de alguna traducción. Me apresuro a dejar aclarado que no vacilo en sostener que la entera obra de Hudson pertenece a la literatura inglesa, por la razón fun­damental de haber sido expresada en esa lengua. Pero confieso que ese jui­cio, que entiendo es en sí mismo irre­batible, nunca me dejó enteramente satisfecho, totalmente convencido. Una y otra vez me he preguntado si no es incompleto, si no expresa sólo una parte de la realidad. Siempre que he analizado el problema, he concluido formulándome obsesivamente el mismo interrogante: ¿basta el hecho de que la obra de Hudson haya sido escrita en inglés para negarle un lugar en la literatura argentina, sin tomar en con­sideración un cúmulo de factores esen­ciales? Porque se da el caso singular de que ella contiene, entre otras cosas, algunas de las páginas más auténticas, más profundas y más representativas que se hayan escrito nunca sobre nues­tra pampa. Creo que puedo afirmar sin pecar de exagerado, que en el futuro jamás han de producirse libros sobre la vida gaucha, de similar autenticidad. Podrá surgir en lo porvenir, y quiera Dios que así sea, un creador literario aureolado por el genio que le transmita al lector una visión certera y vigorosa de cuanto hay de esencial en el país argentino, de profundo, de difícil de aprehender y definir y por ello mismo, casi imposible de expresar. Pero no cabe suponer que pueda haber nadie capaz de reflejar tan vívidamente lo que fue una larga y entrañable expe­riencia de Hudson con el gaucho y su hábitat, en contacto con una realidad desvanecida para siempre y que por tanto ya nadie podrá vivir como él.
Abundan en la bibliografía hudsoniana estudios en los que campea un tono admirativo y aun de asombro ante el hecho de que en su obra Hudson recor­dara frecuentemente su tierra natal. Confieso que en general no lo compar­to. Lo verdaderamente sorprendente sería lo contrario: ¿cómo podrían ha­berse borrado de su espíritu las viven­cias de una existencia pampeana libre como el pájaro, que se alargó hasta los treinta y tres años de edad? Pero lo que sí creo que es extraordinario y absolutamente excepcional es la fuerza tremenda del impacto psicológico que la pampa produjo en su espíritu, al extremo de que aun en los libros en los que aborda temas típicamente ingleses, la recuerda obsesivamente, y es capaz de relatar acontecimientos y experien­cias con numerosos detalles de exactitud sorprendente setenta años después de haber acontecido. Lo que es asom­broso es que la vida de Hudson haya quedado prácticamente detenida en nuestra pampa por cuarenta y ocho años, en los que vivió separado de ella por miles de kilómetros y en contacto con ambientes absolutamente diferen­tes. Lo que linda con lo increíble es que un hombre que estaba viviendo voluntariamente en Inglaterra, donde ya había publicado trabajos literarios y científicos, haya llegado a sugerir, co­mo lo hizo Hudson, que en la isla no podía pensar tan bien como lo hacía aquí y que su capacidad intelectiva se encontraba allá disminuida. En efecto, así lo da a entender claramente en el pasaje de “El naturalista en el Plata” donde nos dice que en lo que a él respecta, su cerebro se veía estimulado y su actividad intelectual se encontra­ba mucho más facilitada cuando cabal­gaba, que en cualquier otra circunstan­cia, para finalizar así: “Es incomprensible que alguien pueda pensar mejor estando acostado, sentado o caminando que andando al galope del caballo”. Como él mismo lo ha explicado, es sabido que en Inglaterra Hudson no podía cabalgar, cosa que aquí hacía poco menos que permanentemente.
TRADUCTOR CASI CONFESO
Pienso que lo que la pampa significó en la vida y en la obra de Hudson nos está mostrando que estamos frente a un caso excepcional al cual no es posi­ble aplicarle sin más la regla general de que el escritor pertenece a su idio­ma. Pero hay otro aspecto que por su singular importancia, a mi juicio debe ser cuidadosamente considerado. Y es el hecho de que cuando Hudson se refiere a algo relacionado con la pam­pa, estoy convencido de que primero sintió y pensó en castellano lo que a continuación escribió en inglés, al ex­tremo de que me atrevo a sostener que en esos casos es él mismo el que, en cierto sentido, escribe como traductor. Cada vez que recuerda un hecho de esta tierra, una anécdota o sucedido, un incidente entre los gauchos, y toda su obra está permanentemente salpica­da de ellos, ha de haberlos pensado primero, invariablemente, en lo que el protagonista de “La tierra purpúrea”, Richard Lamb - que en muchos aspec­tos es el propio Hudson - llama “la primorosamente expresiva fraseología gauchesca”. El traductor que vierte al castellano esos libros, se encuentra en una situación especialísima ante capí­tulos enteros de los mismos, y debe saber que en realidad está revirtiendo esas líneas a su idioma originario, en el que en verdad fueron concebidas.
El mismo escritor expone casi expre­samente su condición de traductor en el Apéndice de “El Ombú”, donde es­cribe: “Los incidentes relativos a la invasión inglesa de junio y julio de 1807 los he narrado tal cual los recibí de los labios del viejo gaucho, al que en el cuento he llamado Nicandro”. Y concluye: “Las notas que tomé, sin fecharlas, durante mis pláticas con el viejo, de las numerosas anécdotas de don Santos Ugarte, y de toda la historia de ‘El Ombú’, fueron escritas, me parece, por el año 1868, el año de la gran polvareda”.
También en este aspecto de traduc­tor, el caso de Hudson es muy singular: no es la situación común del que tradu­ce una obra escrita y por tanto con un texto fijo, sino la del que recoge una tradición oral y la recrea por escrito en otro idioma. Pero ello no quita que en el procedimiento se produzca una ver­dadera traducción. Y esta característi­ca de traductor la mantiene Hudson a través de toda su obra siempre que se refiere a algo vinculado con su tierra natal, hasta su libro póstumo. Sólo que no en todos los casos puede traducir adecuadamente, y entonces no vacila en confesar abiertamente esa limita­ción. Así procede, por ejemplo, en “Una cierva en el parque de Richmond”, donde después de hablar de una fábula de Iriarte nos dice: “me recuerda a otra mejor, una de esas deliciosas y divertidas leyendas popula­res que sobre los animales solía oír a los gauchos de la pampa”. Sintetiza el asunto omitiendo pormenores que se adivinan sabrosos y después afirma: “El lector debe creer bajo mi palabra que este cuento es excelente”, mas reconoce que sus detalles pueden resultar chocantes en idioma inglés. Supri­me todo ello, “pues no escribo en castellano, idioma en el que parecería perfectamente natural e inocente”, concluye.
Está claro que Hudson no es sola­mente un traductor fiel. Por encima de eso, es un creador auténtico al que no voy a pretender descubrir ahora. Me he permitido poner énfasis en el hecho de que también es un traductor, porque él constituye un aspecto de su personali­dad en el que no se ha reparado y resulta muy importante para los fines de este trabajo. En efecto, pienso que la cuestión cambia radicalmente de color si la enfocamos a la luz de ese hecho insoslayable. Si es verdad que el escritor pertenece a su idioma, y creo que lo es, ¿a qué idioma pertenece Hudson? ¿Al inglés, en el que escribió sus libros, o al castellano, en el que sintió y pensó los pasajes más entraña­bles de los mismos? Parece absurdo tener que decidirse por uno con exclu­sión del otro, lo que además de arbitra­rio sería prácticamente imposible, a mi juicio. Pienso que es evidente que Hud­son pertenece a ambos idiomas, y en consecuencia su obra merece sobrada­mente ocupar un lugar egregio no sólo en la literatura inglesa, sino también en la argentina.
LA VERDADERA CUESTIÓN CON RESPECTO A HUDSON
A pesar de todo cuanto se ha escrito y dicho sobre la “argentinidad” de Hudson y su obra, aún no se ha supera­do el equívoco altamente pernicioso que consiste en marginarlo de lo que se considera literatura argentina en senti­do estricto, al extremo de que práctica­mente no se lo estudia en los cursos de esa asignatura en los distintos niveles de nuestra enseñanza, ni se lo ha inclui­do en numerosas colecciones oficiales y privadas en las que ha figurado todo autor nacional de alguna significación.
Y todo ello por haber escrito en inglés. Algunos distinguidos críticos y eruditos que han realizado importantes contri­buciones para el mejor conocimiento de la obra hudsoniana, cuando han dedicado sus esfuerzos al estudio de la literatura argentina en su conjunto no han juzgado correcto o conveniente incluir la obra de Hudson. Se da esta curiosa dualidad: cando se escribe casi invariablemente se omite la obra hudsoniana; cuando se trata de estudios sobre Hudson, generalmente se lo considera argentino y se concluye en que su obra merece un lugar destacado en nuestra literatura .Pienso que creer que Hudson nospertenece, sólo por haber sido un en­trañable hijo de la pampa y haber sentido y pensado gran parte de su obra en nuestra lengua, es simplificar demasiado el problema y desubicarse irremisiblemente con respecto al mis­mo. Deberíamos comprender que tam­bién en materia cultural o mejor dicha mucho más aún en ella,nada nos será dado graciosa y gratuitamente. Habría que persuadirse de que especialmente en estos dominios nada deja de tener un precio, el que a menudo es mucho más importante que todo lo material­mente mensurable. Y en el caso de Hudson, el coste sólo podrá ser solven­tado tras largas vigilias del espíritu, después de haber superado el equívoco que lo mantiene marginado de lo que consideramos literatura argentina en sentido estricto. No, no basta todo lo que el escritor pampeano sintió y pensó para que nosotros podamos decir ufanamente que nos pertenece. Y tan pronto como comprendamos cabalmen­te esto, a mi juicio hemos de percibir claramente que lo que realmente im­porta es poder llegar a contestar afir­mativamente este grave interrogante: ¿lo merecemos a Hudson?
JUAN CARLOS LOMBÁN
Compilación y tipeado Chalo Agnelli,
hudsoniano director del Blog EL QUILMERO – 24/8/2019
“A los cincuenta años de esta nota en el 5° aniversario del fallecimiento de su autor, el profesor don Juan Carlos Lombán.  
FUENTE
“La Prensa” domingo 28 de diciembre de 1969, nota espacial para este diario.


NOTA

[1] Ver biografía en el Blog EL QUILMERO del viernes, 6 de febrero de 2015Juan Carlos Lombán - Docente, historiador y hudsoniano”

[2]Ver los trabajos “Los Veinticinco Ombúes”, “Nuestra pampa reflejada en idio­ma inglés”, “La patria de Guillermo En­rique Hudson” y “Hudson o la imposibi­lidad del retorno”, en las ediciones domi­nicales de “La Prensa”del 23 de marzo, el 11 de mayo, el 13 de julio y el 14 de di­ciembre del corriente año, respectivamen­te. Allí he aclarado las ediciones de loslibros de Hudson que he utilizado.


Viewing all 1164 articles
Browse latest View live